“Ustedes son testigos de todo esto…” (Lc.24,48)
El evangelio de hoy nos relata que Jesús resucitado se presenta en medio de sus discípulos que están comentando lo ocurrido a dos de ellos en Emaús. Esta repentina aparición los llena de temor, pero él los lleva del miedo y la duda a la alegría y la certeza al decirles: Miren mis manos y pies, soy yo mismo. Les muestra sus manos y sus pies, les pide que lo toquen, les pide pescado y come con ellos.
A la experiencia de reconocerlo físicamente, Jesús añade la de la fe: Les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras.
Hoy, el camino para reconocerlo es el mismo: Conocer la Palabra de Dios y experimentar su amor, si no llegamos a esto, también nosotros veremos un fantasma. Es necesario acercarnos a él en la oración, en los sacramentos y verlo y tocarlo en los hermanos.
Miren mis manos y mis pies, dice Jesús. Manos y pies que conservan los clavos de la cruz. Manos que tocaron a los enfermos, a los marginados, los leprosos, que acariciaron a los niños. Pies que se cansaron de recorrer los caminos de su tierra; que recibieron los besos y las lágrimas de la mujer pecadora, pero que había amado mucho.
La experiencia de Jesús resucitado da sentido y esperanza a la vida, esto es importante, pero no alcanza para ser testigos.
Ustedes son testigos de esto, afirma Jesús. Verlo resucitado debe transformar nuestro corazón y convertirnos en testigos fieles de su amor.
Las manos y los pies de Jesús resucitado nos recuerdan que él se identificó con todos los que sufren. Por eso, nuestras pobres manos nuestros pobres pies están llamados a pasar por la vida como él lo hizo: Manos que dan afecto, que curan el dolor y a soledad, que dan generosamente lo que tienen. Pies que no se cansan de trajinar, aunque a veces estemos cansados y desbordados por la rutina u otras circunstancias.
Todos somos enviados a dar testimonio de la resurrección de Cristo. Todos tenemos que llevar la Buena Noticia: Dios nos ama y por eso su Hijo ha muerto y resucitado por nosotros, para podamos resucitar con él. No nos quedamos de brazos cruzados. Es el tiempo de nuestra misión para que
su mensaje de justicia, esperanza, fraternidad y amor llegue a todos los hombres.
Señor, muéstranos como seguir tus pasos.
Danos hambre y sed de tu Palabra para aprender a escuchar,
Para aprender que estás cerca, que caminas nuestra historia
y que nos llamas para ser tus testigos y anunciar que es posible
un mundo distinto, más fraterno, más humano, más justo y en paz.
Que así sea.
Parroquia San Martín de Porres.-