Tranquilos, todos votamos igual que vos
Por: Lic. Horacio García
Ya nos encontramos transitando el 2.023, año donde los argentinos volveremos a elegir los destinos de nuestro país, provincia y ciudad por los próximos cuatro años. Sin embargo, antes de iniciar la campaña electoral y en momentos donde los candidatos se encuentran evaluando sus posibilidades ciertas para acceder al gobierno, pareciera sentirse en la población cierto grado de intolerancia hacia pensamientos diferentes, algo contradictoria si pensamos que vivimos en un régimen de características democráticas que, a priori, basa su existencia en las decisiones tomadas por al menos dos conjuntos de ideas diferentes en la sociedad.
Lo cierto es que, hablando de los votantes, seguramente más de uno en su casa, tras conocerse el resultado de una elección pasada, se haya preguntado ¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Acaso la gente no sabe votar? Pues bien, en un principio podríamos decir, tranquilo que todos hemos votado igual que usted.
LA GENESIS DE NUESTRO VOTO
Desde la psicología se sabe desde hace tiempo que, por más argumentos y racionalidad que le demos a nuestras expresiones, muchas de nuestras opiniones no provienen de la razón sino de emociones. Esto se cumple también en el ámbito de la política. Podemos estar muy convencidos que votamos por principios muy razonables, pero en mayor o menor medida nos estamos dejando llevar por el sentimiento. Eso produce que podamos interpretar mal la información disponible en un momento dado, que es lo mismo que caer en los sesgos cognitivos.
Los sesgos cognitivos, no son problemas en la razón o en la interpretación de la realidad, solo son atajos mentales que ha desarrollado nuestro cerebro a lo largo de miles de años de evolución. Daniel Kahneman en su obra “Pensar rápido pensar despacio”, explica cómo estos atajos sirven muy bien cuando el costo de cometer un error es bajo en un ambiente que dominamos y por tanto también es muy probable que lo aceptemos. Pero cuando no dominamos la situación, los riesgos son altos, la información es escasa y ambigua y no tenemos mucho tiempo para tomar una decisión, es más probable que se noten mucho los errores lógicos.
En el ámbito de la política esta información también se conoce bien y se juega con la información para beneficiarse de esos sesgos. Juegan los políticos, juegan los asesores, lo saben los candidatos y ahora lo sabe usted también, o quizás ya lo sabía y es consciente de los sesgos de los demás, pero no de los propios. En ese caso usted estaría cayendo en el sesgo de punto ciego. Aun así, usted está en todo su derecho de pensar que no ha cometido errores nunca, que sabe perfectamente lo que hay que votar y que son los demás los que tienen la culpa de que el país esté como está, con lo que usted estaría cayendo en el sesgo del interés personal. Como ve recién comenzamos el tema, no hemos siquiera empezado a enumerar la lista y ya estamos cayendo en trampas.
LOS ERRORES MÁS COMUNES A LA HORA DE VOTAR
Son varios los sesgos que influyen a la hora de tomar una determinación, veamos en principio aquellos que son utilizados principalmente por quienes diseñan las campañas electorales para captar nuestra atención.
El primero de ellos es quizás el más conocido, el sesgo de confirmación, apoyamos la información que beneficia nuestras ideas y somos escépticos con los datos contrarios. Tendemos a ser más analíticos y racionales cuando se trata de las ideas que apoyan nuestros principios, pero somos más emocionales con los que contradicen. Esto suele pasar a la hora de hablar de economía, tendemos a defender el modelo que nos beneficia, resaltando sus virtudes, pero ignorando sus problemas.
Lo interesante de este sesgo es que suele venir acompañado por otros sesgos, como el sesgo de atribución que es pensar que tu elección está justificada y la de los demás no. También aparece el sesgo de falso consenso, que consiste en creer que nuestras ideas son respaldadas por una amplia mayoría, cuando en realidad no tiene por qué ser así. En paralelo a esto encontramos el sesgo de observación selectiva, que es ver sólo lo que queremos ver, como cuando damos una vuelta por la ciudad y sólo vemos los carteles de un candidato y del otro no.
El segundo de estos grandes sesgos que se utiliza en campañas para influir sobre nuestra elección es el denominado efecto halo, esto tiene que ver con priorizar la apariencia, sobre la esencia, es decir dependiendo de una primera impresión positiva o negativa que tenemos de un candidato, empezamos a adjudicar otros atributos positivos o negativos sin razón alguna. Un dato a tener en cuenta de este efecto halo, es que lo podemos aplicar también a colectivos sociales, como cuando se suele creer que todos los trabajadores votan al peronismo, o que todos los ruralistas apoyan a Cambiemos.
El efecto Halo suele estar acompañado por el sesgo de autoridad, que es cuando valoramos más una idea o argumento porque lo ha dicho una figura de autoridad muy representativa. También podemos asociar el efecto halo al denominado sesgo Bangwagon o efecto arrastre, que sumarse a las opiniones de lo que digan la mayoría de nuestros allegados, nuestros amigos o familiares, sobre todo cuando no sabemos mucho sobre el tema y necesitamos una referencia cercana o también por otros factores como el miedo al rechazo de un grupo.
El tercero de estos grandes sesgos que abordaremos es el denominado sesgo del encuadre, que consiste en que, según como se nos presenten los datos, sacaremos conclusiones diferentes. Esto suele verse en la presentación de las noticias, pues no es lo mismo decir “según el INDEC se redujo en un 0,8% las personas por debajo de la línea de la pobreza en el último año” que, titular “Para el INDEC, aún hay 36,5% de los argentinos por debajo de la línea de pobreza”. Ambos titulares son correctos, pero mientras uno muestra cierto optimismo, el otro nos derriba todas las expectativas”. Al igual que con los casos anteriores, otro sesgo que surge a partir de cómo nos enseñan los datos es la correlación ilusoria, la cual es tender a asumir que dos variables distintas están relacionadas.
El cuarto error es el sesgo del efecto señuelo, el cual suele verse mucho en las promociones que ofrecen las empresas de servicios de internet, donde te ponen tres posibles paquetes de oferta donde el del medio es ridículamente más ventajoso para que elijas ese, cuando en realidad a la empresa le conviene operativamente ese paquete. Ahora, ¿cómo vemos esto en la política?; pues bien, muchas veces algún candidato habla mal de alguien de su propio partido, con la intención de mostrarlo como versiones desmejoradas de lo que ellos mismos ofrecen y se vuelve una estrategia muy efectiva, sobre todo porque condiciona este sesgo entre sus votantes. Junto con el sesgo señuelo podemos encontrar el efecto Barnum o Forer, mediante el cual tendemos a identificarnos con descripciones vagas y generales, las cuales buscan englobar a toda la población y es una herramienta útil para que nadie se sienta fuera del discurso.
El último sesgo que nos interesa tratar en este artículo es el sesgo del costo irrecuperable, el mismo nos muestra cómo nos cuesta cambiar de postura si llevamos mucho tiempo defendiéndola, tendemos a identificarlas como algo muy propio, muy personal y que vamos a perder todo lo invertido si cambiamos. Este es el mismo efecto que vemos cuando una empresa está quebrada pero su dueño sigue invirtiendo y abriendo sus puertas a la espera que cambien las cosas, o cuando vemos a alguien jugando siempre el mismo número en la lotería. Lo mismo pasa con los partidos políticos, sobre todo cuando manifestamos nuestras opiniones en voz alta, ya no nos gusta equivocarnos, mucho menos que nos llamen incoherente, de esa manera estas ideas se refuerzan.
Junto a ese sesgo tenemos asociado el sesgo de la aversión a la pérdida o el sesgo del Status Quo, que podríamos resumir en la frase “más vale malo conocido, que bueno por conocer”. Otro de estos sesgos asociados es el denominado efecto trinchera, nos encajamos en un pensamiento que nos sirve de refugio para que no nos saquen de ahí, no importa qué argumento utilicen. Aquí valoramos más lo que tenemos que lo que está por venir, asumiendo entonces que lo que viene siempre será peor, aunque a veces signifique perder oportunidades.
TODOS VOTAMOS IGUAL
Es inevitable tener algunos sesgos, pues estos “atajos mentales” que tomamos, son producto de nuestra evolución como especie humana. Ahora bien, sabemos que son parte de nosotros y también sabemos que los diseñadores de campañas y los políticos los conocen y utilizan, como también lo hacen los empresarios, los medios y todo aquel individuo que se incluya en la especie humana.
¿Qué hacer entonces para intentar al menos, llegar a confrontarlos y sentir que nuestra elección electoral es un poco más racional? Lamentablemente no hay una receta mágica para evitarlos. Quizás, asumir una mirada un poco más crítica, más introspectiva, más abierta mentalmente, al mismo tiempo que buscamos contrastar la información antes de formular una opinión, quizás pueda ofrecernos una buena cantidad de filtros que dificulte que estos sesgos guíen nuestra mano a la hora de elegir la boleta que ingresemos en el sobre.
Por eso la próxima vez que elijas un partido, un candidato, una propuesta política, que asumas la defensa de sus principios y proyectos, pregúntate primero cuál de estos sesgos está marcando tu elección. Por otro lado, debemos tener en cuenta siempre que, nunca hay una vía infalible y que posiblemente aquella persona que no coincide en nada con tu mirada seguramente está condicionada por el mismo sesgo que te condiciona a ti. Eso es lo bueno de vivir en democracia.