Desarrollo resiliente al clima

La situación climática actual pone de manifiesto las pérdidas y daños que se están produciendo y que se prevé que continúen produciéndose en un futuro próximo, y que están afectando con especial dureza a las personas y ecosistemas más vulnerables.

Las temperaturas ya han aumentado 1,1 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, como consecuencia de más de un siglo de quema de combustibles fósiles, así como de un uso desigual e insostenible de la energía y el suelo. Esto ha dado lugar a fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes e intensos que han causado impactos cada vez más peligrosos sobre la naturaleza y las personas en todas las regiones del mundo.
Se prevé que la inseguridad alimentaria e hídrica provocada por el clima aumente con el calentamiento: cuando los riesgos se combinan con otros fenómenos adversos, como pandemias o conflictos, se vuelven aún más difíciles de gestionar.
Si se quiere mantener la temperatura a 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, será necesaria una reducción profunda, rápida y sostenida de las emisiones de gases de efecto invernadero en todos los sectores durante esta década. Para que este objetivo tenga alguna posibilidad de alcanzarse, las emisiones deben reducirse ahora y casi a la mitad de aquí a 2030.

La solución propuesta es el “desarrollo resiliente al clima”, que implica integrar medidas de adaptación al cambio climático con acciones para reducir o evitar las emisiones de gases de efecto invernadero de forma que se obtengan beneficios más amplios.
Algunos ejemplos son el acceso a energías limpias, la electrificación con bajas emisiones de carbono, la promoción del transporte con cero o pocas emisiones y la mejora de la calidad del aire. Los beneficios económicos para la salud de las personas derivados únicamente de tomar esta última medida serían aproximadamente los mismos, o incluso mayores, que los costes de reducir o evitar las emisiones.
Se hace hincapié en el poder de los gobiernos para reducir los obstáculos a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, mediante financiación pública y señales claras a los inversores, y la ampliación de medidas políticas de eficacia probada.
Los cambios en el sector alimentario, la electricidad, el transporte, la industria, los edificios y el uso del suelo se destacan como vías importantes para reducir las emisiones, así como la adopción de estilos de vida bajos en carbono, que mejorarían la salud y el bienestar.

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