Recuperemos el verdadero sentido de la Navidad

Queridos amigos, que la bendición de Dios Padre esté para siempre con cada uno de ustedes.
Cada vez más nos acercamos a la Navidad, y como dijimos anteriormente, no celebramos una fecha, sino un acontecimiento, en el cual, Dios nos envió a su hijo que se hizo hombre para vivir como hombre, sufrir como hombre y luego morir como hombre.
Cristo cumplió la misión que debía hacer, y la pregunta sería… ¿Cuántos de nosotros podríamos hacer lo mismo que él? ¿Compartimos su humildad?
Sabemos que en gran parte eso se hace difícil, que vivimos en un mundo tan dinámico y materializado que siempre estamos más atentos a lo material que a lo espiritual, pero deberíamos “escuchar” que, en las cartas de San Pablo a los Filipenses, cuando se nos pide que tengamos un mismo amor, un mismo corazón y un mismo pensamiento, no es más que decirnos que la humildad no sólo nos lleve a buscar nuestros propios intereses, sino también el de los demás.
Desde su nacimiento en adelante, toda la vida de Jesucristo fue en humildad, Él era de condición divina, pero no hizo poder de la misma, al contrario, se hizo esclavo, se humilló y fue obediente hasta el final. Fue una persona que podría haberlo tenido todo, pero no le importó, sólo se centró en un objetivo, ayudarnos, salvarnos, volver a encaminarnos, así y todo, muchos de nosotros, aún seguimos ciegos de corazón.
Pidamos a nuestro Padre la capacidad y la fuerza para poder imitar a Cristo en su humildad, y poder comprender que el amor verdadero se centra en el interés por los hermanos, no en un regalo que está de moda sino en un abrazo, que el otro sienta una compañía verdadera y sincera a mi lado olvidando distanciamientos y rencores. Ya lo dice el Evangelio, “Ve y reconcíliate con tu hermano”, no dejes pasar más el tiempo, ser humilde no es ser necio.

Bragado, 17 de diciembre de 2024.

Fernando Mendez

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