Los problemas de salud mental que afectan a los turistas
La demanda de asistencia emocional durante los viajes está en crecimiento, especialmente después de la pandemia y durante viajes largos, en solitario o en situaciones de estrés acumulado.
Viajar es, para muchos, una de las formas más efectivas de buscar bienestar. Cambiar de entorno, desconectarse del trabajo y vivir nuevas experiencias suena a la receta perfecta para reducir el estrés. Sin embargo, no todo es tan simple. Una parte creciente de los turistas experimentan malestares emocionales durante sus viajes, y la salud mental se convierte silenciosamente en una preocupación que cruza fronteras.
La ansiedad es una de las afecciones más frecuentes ligadas al turismo. Puede manifestarse incluso antes de salir, durante la planificación, cuando el entusiasmo se mezcla con la presión de que todo salga perfecto. El miedo a los imprevistos, la inseguridad frente a lo desconocido y la sensación de perder el control activan síntomas como nerviosismo, insomnio, irritabilidad e incluso ataques de pánico.
Para quienes padecen fobia a volar, el simple hecho de subir a un avión puede volverse traumático. También son frecuentes el jet lag y los desajustes del reloj biológico ante la falta de descanso. En viajes largos o con cambios bruscos de clima y rutina, cuerpo y mente suelen necesitar más tiempo de adaptación del que el itinerario permite.
A veces estas manifestaciones son pasajeras, pero en otras ocasiones requieren atención médica. “Los ataques de pánico o ansiedad severa que no ceden, episodios de desorientación, reacciones emocionales extremas como el llanto incontrolable o el miedo paralizante, el insomnio persistente y las alteraciones en el estado de ánimo requieren una consulta médica”, explica la doctora Mariana Moreno, médica psiquiatra de Celeste Asistencia en Viajes.
Por último, también es común la llamada “fatiga del turista”, provocada por itinerarios exigentes, presión por aprovechar cada segundo y la expectativa —a veces irreal— de vivir una experiencia perfecta. Esa tensión constante, sumada al cansancio físico, puede generar saturación emocional en plena vacación. Irónicamente, muchas personas regresan más agotadas de lo que se fueron.
Para tener en cuenta
Hay varias recomendaciones para un viaje mentalmente saludable. Aquí, algunas de ellas.
● Planificar con flexibilidad: tener una guía general del viaje ayuda, pero es importante dejar espacio para imprevistos, descansos y decisiones espontáneas.
● Evitar sobrecargar el itinerario: no es necesario verlo todo. Tomarse tiempo para descansar o simplemente “no hacer nada” también es parte del viaje.
● Cuidar las horas de sueño: mantener cierta regularidad, especialmente los primeros días tras un vuelo largo, favorece el equilibrio físico y emocional.
● Hacer espacio para relajar la mente: llevar herramientas personales que contribuyan a la calma y el bienestar, como música, libros, técnicas de respiración o una libreta para anotar pensamientos.
● Hablar sobre lo que se siente: reconocer y expresar los malestares emocionales es un paso clave. Ante antecedentes de salud mental, consultar con un profesional antes de viajar es fundamental.
“La necesidad de asistencia emocional ha crecido en los últimos años, sobre todo en contextos post-pandemia, en viajes largos y en solitario, o cuando el viajero se enfrenta a situaciones de estrés acumulado que superan su capacidad de adaptación”, afirman desde Celeste Asistencia en Viajes.
La relación entre turismo y salud mental sigue siendo poco visibilizada. Sin embargo, especialistas coinciden en que reconocer estos malestares es clave para abordarlos y evitar que empañen una experiencia que, bien planificada, sí puede ser profundamente reparadora. Viajar no debería ser una prueba de resistencia, sino una oportunidad de reconexión con uno mismo y con el mundo. (DIB)