El Flaco siempre miraba con ternura, decía con ternura, escribía con ternura. Escribía con la certeza de que escribir era un camino para hacer del mundo un lugar un poco mejor. El Flaco era generoso como el sol, era grande como las trincheras que defendía. El Flaco se hacía palabras cada día de todos los días de su vida. Y ahora quedan esas palabras para que habiten en el interminable recuerdo. Hasta la victoria siempre, querido y admirado Roberto Dematteis, maestro de los maestros. Me queda su ternura en la forma de mirar.
Gustavo Grosso

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