-Por Gonzalo Ciparelli

Si bien concuerdo con la frase que abordó Descartes en donde cita el tan conocido “pienso,luego existo”, ya que claramente en todo ser humano está presente el pensamiento por ser parte de su existencia; en lo que a mí respecta, elijo una que me caracteriza aún más; y es la de “aprecio la naturaleza, luego existo”. Obviamente esta frase se relaciona con la anterior citada ya que en lo personal apreciar la naturaleza es lo que me despierta el pensamiento profundo y a partir de ahí, entiendo la existencia.
Apreciar lo natural y pensarla, es lo que en parte nos hace racionales, ya que la naturaleza es independiente del ser humano, por lo tanto tiene su sabiduría. Sin ir más lejos gracias a observar el vuelo de los pájaros se logró desarrollar la aeronáutica, a los peces los navíos, submarinos y toda ingeniería tiene su base en haber apreciado, observado y estudiado algo natural. Aún así en lugar de agradecerle, la contaminamos y descuidamos. Esto se debe a algo que creo es un defecto, y es una de las tantas cosas que nos diferencia de los animales, la ambición.
El ser humano es el único ser vivo preso de sus propias ambiciones y de cuotas innecesarias de poder. Deberíamos recordar más a menudo que el poder no siempre es conocimiento, pero siempre el conocimiento va a ser poder para crecer como persona. Claramente existen ambiciones buenas y malas, y las malas quizás tengan que ver con aquellas ilusiones materiales que sentimos que consiguiéndolas nos van a traer satisfacción, pero que en realidad no son más que falsas necesidades, que nos traen encadenamiento.
Si ganamos 10 vamos a gastar 50, porque nos dejamos tentar por propagandas de productos que creemos necesitar, pero que sólo hacen crecer económicamente al dueño de la empresa, dándole poder que por lo general usan mal. Las ambiciones buenas tienen como prioridad la tan deseada libertad, como aquella que tenía y se repetía constantemente Schindler cuando liberaba, arriesgando su vida, personas judías en un campo de concentración, “Puedo salvar a uno más” decía, e iba por otro más. Tuvo ambición sana de crecer como persona y mejorar el concepto de humano, practicando la filantropía, a pesar de la época. En ocasiones el ser humano se cree superior al otro y en realidad es un esclavo más de sus propias cadenas, teniendo la llave en la mano pero decidiendo tragársela para vivir cómodamente. Es tan difícil salir de la zona de confort, que elegimos quedarnos muchas veces en lo cómodo aunque nos haga cierto ruido. Quizás en ocasiones cuando una angustia espontánea se presenta, se deba a estar viviendo en un sistema que no nos representa, pero al cuál intentamos igualmente adaptarnos día a día para sobrevivir, porque es lo que aprendimos.

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