Cabezas: “La lucha constante contra el olvido y la impunidad”

En tiempo donde la sociedad ha transformado en culto la exposición pública de sus vidas privadas en redes sociales, cuesta creer que la publicación de una fotografía pudiese costarle la vida a alguien.
Sin embargo, puesto en el contexto de la década de los noventa, se puede tomar hoy, a 36 años del asesinato de José Luís Cabezas, una real dimensión de aquel acontecimiento que marcaría el verano de 1.997.
La fotografía tomada por José Luis Cabezas, un año antes, en el verano de 1996 y publicada por la revista Noticias, del empresario postal Alfredo Yabrán en el balneario de Pinamar, era toda una revelación y ponía “rostro” a un entramado de negocios vinculados a la política.
Ya en el 95, el entonces Ministro de Economía denunciaba a Yabrán como un mafioso y sembraba en una parte del periodismo el interrogante por este personaje. De hecho, el propio Yabrán se jactaba en aquellos años que ni los propios servicios de inteligencia del estado contaban con una foto de él y afirmaba que “sacarle una foto era pegarle un tiro en su cabeza”.
En esos años no había celulares con cámaras. Por eso, el anonimato, el desconocimiento de un rostro, contribuía a la impunidad del tejido de poder entramado entre una parte de la dirigencia política, los grupos económicos y la policía que, desgastaban un estado altamente corrupto y que asqueaban a una sociedad. Cabezas le puso rostro a ese poder, no era un inconsciente cuando mientras simulaba hacerle una foto a Gabriel Michi y su esposa en la playa, en realidad disparaba su Nikon F4 al empresario y su esposa que estaban de fondo, por el contrario, era un joven de 35 años comprometido con el valor del periodismo profesional y de la verdad.
Así la mafia quedó con rostro, retratada y expuesta, en claro mensaje que quitaba el velo de impunidad. Así la mafia uniría al responsable de la seguridad del empresario, integrantes de la entonces “maldita policía bonaerense” y un grupo de delincuentes dedicados a desvalijar casas oriundos del barrio de Los Hornos de La Plata, para cerrar el círculo. Así también la mafia dejaría su mensaje el 25 de enero del 97, con otros disparos (dos para ser precisos), el de un revolver calibre 32 sobre la cabeza del fotógrafo, haciendo carne aquella frase mencionada por el empresario dos párrafos atrás.

Se liberó la zona, sembraron pruebas, se inculparon “perejiles”, se desinformó, se buscó por todos los medios desviar la atención del hecho, pero el mensaje había sido claro y trascendía al periodismo, atacaba directamente a toda la sociedad quien harta de tanto acompañó el reclamo de la mujer de José Luís, de sus padres y su hermana haciéndose eco del pedido de “No se olviden de Cabezas” y aunando en un único clamor el grito “Cabezas presente”.
Fue ese grito de la prensa y la sociedad la que caló en aquel puntero político, conocido de uno de “los horneros” participe del asesinato que no pudo cargar con la culpa y confesó el hecho ante un senador bonaerense que, acercó las declaraciones al juez de la causa para abrir la línea de investigación.
La máscara de impunidad se había roto y con el avance de la causa el círculo de Yabrán se cerraba, hasta que su Jefe de seguridad Gregorio Ríos, cae detenido. Así tras el pedido de captura emitido por la justicia, Yabrán permanece prófugo por cinco días, hasta ser rodeado por la policía en San Antonio, instante en el que se suicida con un tiro de una escopeta en su rostro.
De los involucrados en el crimen, que había dejado sentencias de entre 18 y 27 años, solo dos se encuentran detenidos. El primero por haber roto su condición de libertad condicional y no presentarse en la justicia, se trata de José Luis Auge miembros de “Los Horneros” detenido en un control de tránsito el 26 de diciembre del 2022. El otro Gustavo González quien obtuvo la libertad condicional a fines de 2005, pero ahora está preso por una causa de narcotráfico, no por este hecho. De los otros integrantes de la banda Miguel Retana murió preso en 2001 y Braga vive en Los Hornos y se recibió de abogado pero no lo dejan ejercer por sus antecedentes.
Desde el 2010 fue liberado el autor material del crimen quien accedió al arresto domiciliario, Gustavo Prellezo, también recibido como abogado en la cárcel pero, en noviembre de 2020, producto del reclamo de los familiares de Cabezas, el Tribunal de Disciplina del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, resolvió excluirlo de la matrícula. Gregorio Ríos, jefe de seguridad de Yabrán, en 2006 obtuvo la prisión domiciliaria y siete años después se le dio la pena por cumplida. De los policías condenados por prestar apoyo logístico, Sergio Camaratta oriundo de nuestra ciudad, fue liberado en 2006, pero regresó a la cárcel en 2012, tras una revocación de su pena y murió tres años después por una enfermedad. Finalmente, el oficial Aníbal Luna es el único que, “teóricamente”, continúa preso por este hecho, bajo un régimen especial que, “también teóricamente”, le permite salir 72 horas por semana. Lo cierto es que vive en General Madariaga. El excomisario de Pinamar Alberto Gómez, condenado a perpetua por haber liberado la zona, obtuvo en 2010 la prisión domiciliaria y, al año, la libertad asistida, en 2013 se le dio la pena por cumplida.
Esta tragedia dio un giro en nuestra historia, desenmascaró a las mafias del poder, a la deleznable policía, a la impunidad. También cerró grietas entre trabajadores de prensa y puso en valor al periodismo profesional que busca la verdad cueste lo que cueste.
Jamás arriemos la bandera inspirada en el clamor de los papás de José Luis “No se olviden de Cabezas”. Cabezas no es, fue, ni será “un caso”. Es la lucha constante contra el olvido y la impunidad que ha logrado unir a la comunidad periodística de la Argentina. Desde estas páginas de “La Voz”, pequeño rincón de libertad en este país, cada 25 de enero se vuelve a gritar “Cabezas, Presente”.

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