El enigma del Martín Fierro traducido al varkulets, el idioma que vino del espacio

Eustaquio Zagorski, un sastre de Avellaneda, aseguró en los años ’70 que había nacido a bordo de un plato volador de padres oriundos de Ganímedes, un satélite de Júpiter. Escribió poemas y textos en su supuesta lengua materna y luego acometió la versión del poema de José Hernández. Solo se editaron tres ejemplares, pero hoy se han perdido.

Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB

1973 fue un año extraordinario; o, mejor dicho, un año lleno de sucesos extraordinarios. Algunos ya han sido contados por este cronista, como la abducción del camionero Dionisio Llanca o la pretensión de Francisco García de que sobre la laguna de Chascomús iban a aparecer “cincuenta platos voladores, ni uno más ni uno menos”. Entre los casos anómalos que siguen dando vueltas, y que también estarán cumpliendo medio siglo en estos meses, hay uno asombroso y casi desconocido: la traducción del Martín Fierro al varkulets, un idioma extraterrestre, por la mano de Eustaquio Zagorski, un inmigrante polaco-lituano que vivía en Avellaneda y afirmó haber sido contactado por seres del espacio, quienes le habían revelado el secreto de su prodigioso origen. Se dice que solo hay tres ejemplares de este libro, todos con paradero desconocido.
Zagorski nació en 1904 y se estableció en Argentina en 1929. Según cuenta Alejandro Agostinelli en “Invasores”, por 1973 “atendía una sastrería familiar, se definía como católico, buen lector de la Biblia y memorioso. Tanto que guardaba recuerdos de sus vidas anteriores”. Ese año le ocurrieron dos cosas: por un lado, le contó a un periodista de La Razón que era visitado por seres de Ummo, el hipotético planeta que orbitaría alrededor de la estrella Wolf-424 y que generó infinidad de historias que todavía generan controversia; por otro, visitó en el Observatorio Astronómico Adhara de San Miguel, al padre Benito Segundo Reyna, sacerdote y análogo, donde el polaco-lituano le mostró al cura su versión del Martín Fierro mientras le contaba el origen del varkulets.

Historia portentosa
El varkulets, según reveló Zagorski, era nada menos que su lengua materna, la que se habla en Ganímedes, el satélite de Júpiter. Porque aseguró que era hijo de una natural de esa luna y había nacido a bordo de un plato volador, pero “como no iba a tolerar el viaje hasta Plutón, sus padres descendieron en Río Negro y lo dejaron a cargo de un indio de nombre Tucubel Guatimozín”, según escribió Juan Norberto Comte en “Antología de lo Fantástico”. Eso fue, siempre según el polaco-lituano (o nacido en el espacio, depende de lo que uno crea), nada menos que en 1804. Pasó por una serie de vicisitudes, que incluyeron terminar viviendo en Rusia, donde consiguió los favores del mismísimo zar Alejandro II. En 1899 lo rejuvenecieron a través de una máquina hasta el tamaño de un niño de cinco años, pero conservando todas las facultados psíquicas de la adultez. Tuvo otras aventuras y vivió olvidado de su origen hasta 1953. El 18 de febrero de ese año, cuando Zagorski intentaba refugiarse del calor en un balneario en la costa de Quilmes, extraterrestres lo llevaron a Ganímedes y le revelaron la verdad sobre su increíble vida. Le dijeron, además, que su verdadero nombre era Siretz Zem.
Eustaquio, en tanto, nunca olvidó su lengua materna, el varkulets. En ese idioma escribió poemas y su autobiografía, y fue a sugerencia del padre Reyna que hizo su traducción del poema gauchesco.
La idea de hacer este libro era para regalárselo al comodoro Santos Domínguez Koch, que coordinaba la División OVNI del Servicio de Inteligencia de Aeronáutica y coleccionaba ejemplares del poema nacional. El militar escribió en los primeros años de este siglo “Martín Fierro en el mundo de los idiomas” e incorporó la obra en varkulets como la perla más rara de su bibliografía.
Mientras tanto, Ganímedes era un mundo que atraía a los entusiastas de los ovnis. Uno de los libros más famosos de la temática, “Yo visité Ganímedes” del contactado peruano Yosip Ibrahim, tuvo decenas de ediciones desde su publicación en 1972. Y algunos años antes, en 1968, ocurrió un curioso episodio en Mendoza, cuando dos empleados del Casino, Fernando José Villegas y Juan Carlos Peccinetti, se encontraron con cinco entidades que dejaron una serie de signos grabados en la puerta de su auto. El origen de estos seres era, claro, Ganímedes.

Galíndez, demoledor
Zagorski también intercambió alguna correspondencia con el doctor Oscar Galíndez, un joven abogado cordobés que presidía el Círculo Argentino de Investigaciones Ufológicas (C.A.D.I.U.) y publicó la prestigiosa -aunque de corta duración- revista “OVNIS – Un desafío a la ciencia”. El polaco-lituano-ganimediano residente en Avellaneda le mandó a Galíndez un manuscrito de doscientas once páginas escrito en los primorosos caracteres del varkulets. Ahí le contó su viaje al satélite de Júpiter.
El presidente de CADIU publicó en el primer número de su revista, correspondiente a junio de 1974, un extenso “Criptoanálisis del ‘varkulets’”. Sin medias tintas, el cordobés afirmó que este idioma no es más que una transcripción o transposición del castellano a caracteres que Zagorski había inventado. Algo así como esa clave para cifrar mensajes donde cada letra es reemplazada por otra, siempre de la misma manera. “A la luz de estas comprobaciones, resulta risible su pretensión de asignar a sus criptogramas el carácter de ‘lengua extraterrena’”, finalizó, lapidario, Galíndez, poniendo además en duda todo el resto del relato de Zagorski.

Extraviados
Estas circunstancias no amilanaron a Domínguez Koch, que recibió la traducción al varkulets del Martín Fierro, autografiada por Zagorski-Siretz Sem, en 1978, y la incluyó en su recopilación. El militar falleció en 2008 y su ejemplar se perdió.
La palabra final de este intríngulis la tiene, de nuevo, Alejandro Agostinelli, quien afirmó que tampoco encontró rastros de esta traducción en otro lugar donde debería estar, el Museo Histórico José Hernández-Chacra Pueyrredón, en Villa Ballester, provincia de Buenos Aires. Y no hace mucho, el autor de “Invasores” reveló que el productor de televisión Marcelo Arce y su mujer, Fernanda, descubrieron el Martín Fierro en varkulets entre libros que Fabio Zerpa estaba por donar: “La viuda, enterada a posteriori de su valor, lo quiso recuperar. Pero el manuscrito salió del país”. ¿Dónde habrá ido a parar? Pareciera que, influenciado por la fantástica vida de su traductor, este libro también tiene un destino errante. (DIB) MM

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