El invierno de 1979 en el que la Madre Teresa de Calcuta apareció en Zárate sin avisar

La religiosa, fundadora de las Misioneras de la Caridad, quiso visitar Argentina para conocer el centro que habían creado cuatro hermanas de su orden. En ese momento era casi anónima. Pero tres meses después recibió el Premio Nobel de la Paz.

Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB.

La monja vestida de blanco atravesó el aeropuerto de Ezeiza que hervía con la locura de la “plata dulce” y el “deme dos”, de julio de 1979. Las cajas de los televisores, que pocas semanas más tarde mostrarían el primer triunfo internacional de Diego Armando Maradona, se apilaban en la terminal aérea. La religiosa llegó a la puerta y se subió a un taxi -donde en la radio seguramente sonaba el hit del momento, “Chiquitita” de ABBA-, para dirigirse a la Nunciatura Apostólica.
En el trayecto nadie la reconoció, nadie la saludó, nadie le pidió un autógrafo. Tres meses después pocos recordarían su rostro al abrir el diario y ver que esa monja de cuerpo diminuto y sonrisa eterna había ganado el Premio Nobel de la Paz. Nadie se acordaría de haberse cruzado en Ezeiza con la Madre Teresa de Calcuta, la “protectora de los pobres”, en su primera visita a Argentina.
La Madre Teresa había llegado al país sin avisarle a nadie para visitar la primera sede de sus Misioneras de la Caridad, en la localidad de Zárate. Se trataba de un centro comunitario fundado por cuatro de sus “hijas”, las hermanas María Anán, alemana, Bina y Rosini de la India y Francis, de Irlanda. Cuando arribaron a la Argentina en 1978 solo hablaban sus idiomas de nacimiento y el inglés, y a pesar de todo salieron adelante, conquistaron a los vecinos de la zona y pudieron conseguir unos terrenos donde fundaron el centro.

Las hermanas solían andar por el barrio llevando la palabra de Dios a quien lo solicitara y visitando pobres y enfermos. Todos las conocían y les regalaban cosas. Así, un día de ese helado julio del ‘79 una panadera salió a saludarlas y les ofreció unos panes calientes recién hechos. Una de las hermanas, de más edad que las otras, cuando la comerciante le ofreció el bocado tomó sus manos entre las suyas y la miró sonriendo. – Cuando se fueron alguien le dijo a la panadera: “¿Sabés a quién le diste el pan? A la madre Teresa”.
Esa es una de muchas historias que se cuentan por los barrios humildes de Zárate, donde las Hermanas de la Caridad dejaron su huella en La Carbonilla, en las afueras de la ciudad, cerca del puente que une Buenos Aires con Entre Ríos. Allí comenzaron a levantar un comedor, al que se sumaron hogares para niños y ancianos; un templo, huertos, jardines y una quinta. Cuando los albañiles empezaron a levantar el hogar de las Misioneras, dicen que la Madre Teresa besaba los ladrillos uno por uno antes de que formaran parte de las paredes.

AMOR POR LOS POBRES
-La obra de la mujer que ganaría el Nobel de la Paz apenas meses después de recibir el pancito caliente de la vecina de Zárate, había comenzado muchos años antes. Agnes Gonxha Bojaxhiu nació en 1910 en Skopje, que en ese momento formaba parte del Imperio Otomano, luego de Yugoslavia y hoy es Macedonia del Norte. En 1918 decidió convertirse en monja y viajó a Irlanda para unirse a las hermanas de Loreto. De ahí se dirigiría más tarde a la India. En 1931 tomó los votos y eligió el nombre de santa Teresa de Lisieux, la santa patrona de los misioneros. Tomó contacto con la realidad de las ciudades indias, con calles atiborradas de mendigos, leprosos, desamparados y niños indeseados.
En 1948 fundó las Misioneras de la Caridad en Calcuta y optó como hábito un sari blanco con borde azul. En 1952, con las compañeras que fue logrando, empezó a recoger pobres para albergarlos en un viejo templo dedicado a Kali, la diosa hindú de la muerte. Pero en este caso, Teresa les dio vida y esperanza. En 1965 Paulo VI puso a las Misioneras de la Caridad bajo el control directo del papado y autorizó a la Madre Teresa a expandir la orden fuera de la India. Pronto se abrieron centros para cuidar leprosos, ciegos, inválidos, ancianos y moribundos en todo el mundo. Uno de esos centros es el que fue fundado en 1978 en Zárate, y al que llegó la Madre al año siguiente.
El periodista Sergio Rubín quiso entrevistar a Sor Teresa pocas horas después del paso anónimo por el aeropuerto de Ezeiza. La fue a buscar al barrio porteño de la Recoleta, al edificio de la Nunciatura donde la Madre se había reunido con el embajador papal, Pío Laghi. Ella le dijo que sería mejor que la nota fuera en el hogar en Zárate. Y allí fue Rubín con un fotógrafo. En la charla, la religiosa afirmó, como resumen de sus ideas, que “el fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor y el fruto del amor es el servicio. Si vemos a Dios en nuestros hermanos, entonces, realmente vemos a Dios”.

EL NOBEL Y LA CANONIZACIÓN

Sor Teresa recibió el Premio Nobel de la Paz al poco tiempo, en octubre de 1979. Volvería a la Argentina una vez más, en septiembre de 1982. En el corto lapso de tres años muchas cosas habían cambiado: Ella se había convertido en una persona famosa y el país sangraba por las heridas abiertas de la Guerra de Malvinas. Su obra, que había empezado en ese barrio humilde de Zárate, había crecido mucho. Pasó por Buenos Aires, y también por las ciudades de Córdoba y Santa Fe.
-Hacia 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo. En marzo, la religiosa bendijo a su recién elegida sucesora como Superiora General de las Misioneras de la Caridad. Luego volvió a encontrarse con el papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta. Falleció el 5 de septiembre de ese año.
La Causa de Canonización fue abierta por el Papa polaco en 1999. Sor Teresa fue beatificada en 2003. Y el 4 de septiembre de 2016, en vísperas de un nuevo aniversario de su partida, Francisco la convirtió en santa.
Los últimos tiempos vieron algunas polémicas con respecto al pensamiento de la Madre Teresa, que consideraba al aborto voluntario “el mayor destructor de la paz”, y que le daba un valor supremo al sufrimiento: “El padecimiento en la Tierra, la recompensa en el Cielo”.
Son matices que aportan profundidad al personaje, a esa mujer diminuta de cuerpo pero enorme de alma, que cuidaba pobres y enfermos en medio mundo pero un día tuvo que buscarse sola un taxi en Ezeiza porque nadie sabía quién era.

Fuente: (DIB) MM

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