El tenebroso Hombre Gato y sus extrañas apariciones en La Plata y alrededores en los ‘80 y los ‘90

Se presentó en Brandsen en 1984. Los vecinos oían maullidos y veían una figura oscura. A veces atacaba a personas. Al año siguiente se lo contempló en la capital bonaerense. Volvió en 1993 y desapareció para siempre.

Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB

Una lluviosa tarde de otoño de 1993 este cronista entró al extraordinario Museo Policial de la ciudad de La Plata. Allí, entre uniformes de toda clase, libros sobre criminalística y cuadros de Juan Vucetich, había una vitrina que exhibía objetos relacionados con ilícitos y crímenes platenses, donde se destacaban unas púas brillantes. Ante la consulta, la respuesta del guardia fue: “Son las garras del Hombre Gato”. Ese día no hubo más aclaraciones, y tuvieron que pasar muchos años para que una de las historias más extrañas de la región levantara su velo. Pero lo cierto es que al día de hoy la aparición y las manifestaciones de la entidad conocida como Hombre Gato continúan siendo un misterio.
El historiador Nicolás Colombo, autor de “Misterios de la Ciudad de La Plata” y “Tolosa: 150 años de historias y leyendas”, cuenta vía telefónica que “los casos más antiguos que encontré del Hombre Gato se remontan a mediados de 1984 en Brandsen, y a principios de 1985 se trasladaron a La Plata. Luego hallé un par de historias del Hombre Gato en Tolosa, a mediados de 1993”.
Allá por 1984, mientras debutaba la nueva democracia alfonsinista, los vecinos de Brandsen, una localidad pegada a La Plata, comenzaron a ver a un hombre “enmascarado y vestido de negro, que raspaba puertas y ventanas mientras maullaba”, según narra Colombo en “Misterios…”.
No solo maullaba y rascaba puertas: una noche de Agosto de ese año hizo su primer ataque, contra una menor. Días más tarde agredió a un joven de 23 años que así lo contó a los diarios: “Fue un Martes a la noche, yo venía de la casa de mi abuela, por la calle. Era tarde y vi que venía detrás mío una persona. Apuré el paso. Me di vuelta de nuevo y vi que era un hombre y que también se apuraba. Entonces me puse a correr. Él también corría detrás mío. Habré disparado dos cuadras cuando me alcanzó y me agarró. Traté de zafarme, pero no pude. Ahí me dijo una palabra que no puedo repetir y maulló muy fuerte. Empezó a pegarme trompadas y me rasguñó el cuello, pues me había tomado el cuello con las dos manos y parece que tenía unas púas puestas en los guantes por el lado de las palmas”.
El muchacho agregó: “No pude verle la cara porque tenía una máscara negra. Quise sacársela en uno de los forcejeos, pero no pude. Era más alto que yo, de un metro ochenta más o menos”.
Pasaron los días y las apariciones del ya llamado por la prensa “Hombre Gato” se multiplicaron. Una vecina contó que “al principio aparecía una vez cada tanto. Después empezó a hacerlo más seguido. Lo vieron en lugares muy distintos entre sí y a horas simultáneas. Y bueno, un fantasma no es. El Diablo tampoco”.

Llamada misteriosa
Se organizó una partida para encontrarlo, con linternas y armas, pero no tuvo éxito. Al poco tiempo sucedió uno de los hechos más extraños: alguien llamó a la comisaría y dijo “hola, soy el gato, les estoy hablando desde el 2283” y colgó. Enseguida los policías llamaron a ese número y una voz respondió: “¿No me creían? Sí, soy el gato”. Se contactaron con Entel para descubrir la dirección desde la que se hizo la llamada, y los efectivos se quedaron sin palabras: ese número llevaba dos meses sin funcionar.
Hubo otros ataques a vecinos. Y también vecinos linchados al ser confundidos con el misterioso personaje.
Como señalaba la mujer, varios testimonios hablaban de varias apariciones a la misma hora que parecen confirmar que se trataba de no uno, sino de varios hombres gato. “Casi seguro que era más de uno”, asegura Nicolás Colombo. “No sólo por el porte y físico de cada individuo, sino también por su comportamiento: algunos sólo maullaban para asustar, otros eran violentos y vandalizaban las casas, o incluso llegaban a agredir a transeúntes o vecinos”, añade.

En El Dique
Después de una serie de ataques del hombre o los hombres gato, el tema se silenció. Hasta que varios meses después, en Febrero de 1985, volvió a aparecer. El 22 de ese mes El Día tituló: “Temor en El Dique por un nuevo ‘Hombre Gato’”. Un vecino había oído maullidos muy fuertes. “Salí a la calle y no vi absolutamente nada, pero los sonidos venían de un techo cercano. Al otro día un señor que estaba esperando el micro 275 me dijo que alrededor de las dos de la mañana escuchó unos fuertes maullidos y que ‘rascaban’ la puerta de su casa. Preguntó varias veces quién era pero nadie contestó y al abrir observó unas pequeñas marcas en su puerta de madera”.
La Policía comenzó a recibir denuncias de gente que decía haber escuchado los maullidos, pero nadie veía al elusivo Hombre Gato. Hasta que apareció el testimonio de alguien que dijo haber contemplado “a una persona alta, de casi dos metros, vestida de negro, que saltó con una elasticidad asombrosa y se perdió en las sombras de la noche”.
A partir de allí hubo otras apariciones, en cercanías del hipódromo platense y por otros barrios, como Los Hornos y Villa Elvira. Todos los testimonios coincidían en los maullidos y en una visión: un hombre alto, corpulento, vestido de negro, inasible como una sombra.

Los pájaros devorados
Tuvieron que pasar unos cuantos años para que el Hombre Gato volviera a aparecer. Fue en 1993, en Tolosa. Una madrugada, un vecino oyó maullidos ruidos en el techo. Fue a mirar por la mirilla de la puerta y vio “una figura agazapada, de estatura mediana, vestida de negro, que se fue trepando por las paredes”.
A los pocos días otro tolosano denunció que el Hombre Gato “se había comido sus pájaros”. Este señor tenía casi 20 aves en jaulas y después de oír los maullidos de rigor vio cómo habían desaparecido casi todos, excepto los zorzales.
El Hombre Gato fue visto un par de veces más y desapareció para siempre. O al menos eso se cree.
Esta historia podría ir en paralelo con otras, como la del misterioso “dientudo” de Tolosa, el hombre lobo de Carlos Casares o incluso el Hombre Polilla de EE.UU. En todos los casos, lo central es el misterio.
Aquí quedaron dos enigmas: ¿quién o quiénes era o eran el Hombre Gato? Y, sobre todo: si jamás pudo ser atrapado, ¿por qué están las garras en el Museo Policial? Quizás nunca se hallen las respuestas. (DIB) MM

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