El tenor Constantino provocó delirio de entusiasmo y llenó los coliseos

-Por Néstor César Savalio

Un 25 de Noviembre de 1912 se inauguraba el Teatro Florencio Constantino; hoy cumple 109 años. Adjunto una nota recientemente hallada escrita por quien tuvo el honor de recibir el Coliseo para la comunidad en nombre de la Municipalidad de entonces. Ese hombre el entonces Secretario y Tesorero Municipal: Enrique Pedro Maroni. Es quien escribió la siguiente nota:

“EL PEÓN DE BRAGADO QUE FUE UNO DE LOS MEJORES TENORES DEL MUNDO”
En una chacra de Bragado, hoy bella y progresista ciudad de la provincia de Buenos Aires, trabajaba como peón un robusto vasco de veinticinco años, quien después de una fuerte y laboriosa semana arribaba al pueblo, en primer término para escuchar misa y luego para divertirse en una cancha de pelota donde, empuñando la paleta, jugaba interesantes partidos con don Pedro Bourget, mientras Oscar, dueño del negocio corría de un lado al otro atendiendo a la amiga concurrencia.
Cierta mañana, Florencio, que así se llamaba el simpático vasquito, iluminado sabe Dios porque divino pensamiento, le solicitó al cura que le permitiera entonar algunos cánticos religiosos y el Padre Celorrio, jefe y consejero de la Iglesia local, lo escucho complacido, invitándolo a que todos los domingos, cuando viniera de la chacra a cumplir con sus sentimientos católicos, subiera al coro, donde acompañado por el órgano, podía cantar misa…
-Florencio, que ya gracias a su voz melodiosa, había conquistado un grupo de admiradores en el pueblo, logró con su agradable actuación que la iglesia resultara pequeña, pues cada domingo concurría la población en pleno para escucharlo. Después, en la confitería de Oller, Pereyra, o Etcheverria, había reuniones donde entre copa y copa, deleitaba nuevamente a los amigos con vidalitas, estilos y canciones vascas, en las que el ya consagrado cantor local volcaba su dulzura y llenaba de emoción los corazones.
Como no era posible que la actuación del pájaro cantor quedara encerrada en el pequeño ambiente del pueblo, un amigo estanciero lo trajo a Buenos Aires, haciéndolo abandonar sus tareas agrícolas para entrar de lleno en el terreno que a Florencio le resultaba tan caro: el de sus canciones en los escenarios de mayor jerarquía, preparándolo ante auditorios superiores que desde luego quedaron maravillados con los prodigios de su garganta vasca.
También nuestra metrópoli resultó poca cosa para los sueños del vasco y de su desinteresado protector, y Europa, con su milenaria fama artística, fue ya la meta que había de recibir al popular cantor de Bragado.
Efectivamente llegó a Milán, estudió tesoneramente, que por algo era vasco y, poseedor de una férrea voluntad, alcanzó después los más resonantes triunfos en los mejores escenarios de Italia, Francia, Rusia, España, Nueva York, etc, y se consagró definitivamente como uno de los mejores y más bien retribuidos tenores del mundo.
-Se llamaba FLORENCIO CONSTANTINO… Aquí actuó en el Colón, con Rita Barrientos, Tita Ruffo y otros, en óperas como “Aida”, “Boheme” y “Rigoleto”, y quienes vimos aquellas noches de arte recordamos el nombre de Constantino con agradecido cariño.
-Este vasco regresó a Bragado, pero rico y con la fama de su nombre coronado de triunfos. Recuerdo que fue agasajado por la población a la que cantó nuevamente como en su época de chacarero, pero ahora con más conocimiento del arte y duplicaba su dulzura en las interpretaciones, porque le cantaba a su pueblo que tanto quería y a la Iglesita local, en la que había hecho sus primeras armas, para que Dios lo ayudara llevándolo en aras del triunfo por el mundo.
-Célebres fueron en Bragado los asados en estancias donde Florencio era escuchado y aplaudido, y él con todo desinterés retribuía atenciones en su casa, donde realizaba tertulias que será difícil de repetir, porque ponía en ese pequeño ambiente pueblerino donde nació su arte, más corazón que ante reyes y zares…

Constantino generoso y caballero resolvió regalar al pueblo un TEATRO, que es precisamente el que lleva el nombre del divo y que está ubicado frente a la plaza principal, mirando a la iglesia donde entonó sus primeras canciones religiosas.

El que esto escribe recibió la valiosa donación en nombre de la Municipalidad, allá por mil novecientos doce, y esa noche el tenor, con una compañía llevada de la Capital Federal, especialmente para el acto, cantó “Aida”, entre los aplausos y el agradecimiento del pueblo que lo vio partir con las manos vacías y el corazón lleno de esperanza y regresar con los bolsillos repletos y cargado de laureles.
-Florencio CONSTANTINO, el tenor de fama mundial, perdió la razón algunos años más tarde y murió, según referencias, cantando en una montaña, bajo el cielo de México”.

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