El tiempo que fue -Por Gonzalo Ciparelli
Cierta vez mencioné que releo mis escritos, mis cartas, mis poemas, y que en todos me sucede exactamente lo mismo, sé identificar eficazmente que emoción estaba canalizando y que sentimiento me abordaba en el momento que mi letra desprolija iba llenando renglones de hojas blancas en fechas ya hoy pasadas. Que la máquina del tiempo es posible si de emociones y sentimientos se trata.
Así, releyendo, encuentro en un primer cuaderno, página 30, un escrito ubicado allá en el 2018. En él volcaba sentimientos que por aquel entonces me transitaban. Es cierto que el tiempo pasa, y que los sentimientos cambian y se transforman. Los recuerdos toman otro papel: el del aprendizaje. Sin embargo, lo que uno escribe, siempre va a estar ahí, expresado de la misma manera una y otra vez. Es un poema titulado “cuando tus ojos me miraban”.
Cuando tus ojos me miraban, no necesitaba mirarme al espejo, porque cada vez que tus ojos me miraban me recordabas que linda sonrisa tenía.
Cuando tus ojos me miraban, mis ojos tristes se convertían en admiración por vos, porque estabas ahí dispuesta a ayudarme y levantarme.
Cuando tus ojos me miraban, sentía que no me faltaba nada para lograr bienestar pleno, aunque en más de una ocasión me distraje y no te valoré como debía, perdiendo así, el dicho bienestar.
Cuando tus ojos me miraban, no necesitaba más confianza que la nuestra, por más que en ocasiones me costaba abrirme y mostrarme vulnerable.
Cuando tus ojos me miraban, veía luz.
Ahora que tus ojos no me miran más, veo todo blanco y negro, y corro inútilmente al espejo buscando mi sonrisa perdida.
Ahora que tus ojos no me miran más, todo es miedo y caos. Y tarde comprendí que no me miraste jamás con los ojos, sino con el alma. Y el ama, es la forma más sincera de demostrar amor.