El Viejito de la Plaza. G. Noal
Una mañana más, pensé y luego de tomar unos mates, emprendí mi diario trajinar por las distintas oficinas de nuestra ciudad llevando y trayendo papeles que hacen fuertes a las autoridades y someten a los ciudadanos. En realidad, no debe ser tan así, pero al menos es lo que parece.
Habitualmente llego en auto y luego camino de un lugar a otro, para ayudarme con el ahorro de combustible. Cuando estaba estacionando, vi que me agitaba la mano alegremente.
No me quedaba otra opción que acercarme a saludarlo. Se levantó y me estiró la mano con una amplia sonrisa en su boca.
_ ¿Cómo le va? Venga, siéntese un rato así seguimos la charla. Así lo hice y él continuó con esas ganas de hablar que tienen las personas mayores y que a uno le hace tan bien ayudarlos a concretar.
_ Hace un tiempito, nomás, pensé en dejar de manejar, porque el tráfico se ha puesto muy loco.
Tengo miedo de atropellar a una moto o a una persona, ya que se adelantan por cualquier lado, ¿vio?, y seguro que la culpa la vamos a tener los “viejos”. Por otro lado, el combustible está “picante” y afecta bastante a la economía de un jubilado, así que camino.
Se lo veía saludable, por lo que pensé en hacerle un cumplido, _ Es que Ud. está hecho un “pibe”, así que la caminata seguramente le va a favorecer. Se sonrió y prosiguió con sus reflexiones.
_ Claro que sí. Pero también está lo que le decía, mire. El otro día salí de acá y doblé en la Iglesia, cuando llegué a la esquina de la tienda “El Triunfo”, el semáforo cortaba a los autos que venían por Rivadavia. Aparece el verde y todos arrancan, pero al llegar a “Casa Arteta”, el rojo les corta el paso, así que a pie iba a la par. Vuelven a iniciar la marcha y en la esquina de “Salcines” nuevamente el semáforo los detiene. ¿Será tan difícil regular el encendido para que a una velocidad determinada no haya que detenerse en todas las esquinas?
No pude aguantar la sonrisa y al advertirlo, seriamente me dijo: _ ¡No es broma! Hubo una época que los semáforos funcionaban como debe ser. ¡Estaban sincronizados! Ahora no solo perdemos nuestro tiempo detenidos allí, sino que también consumimos energía y calentamos el planeta.
¿O Ud. cree que el estar prisionero de un semáforo en una esquina es gratis? Y todo eso porque nadie se ocupa. Mire si desde la escuela Industrial no lo podrían hacer.
Se había puesto tenso, así que rápidamente le dije que me sonreía por las referencias que me daba. Esos negocios ya no estaban más y que la escuela Industrial ahora es ENET. Entonces fue él quien sonrió y me aclaró, _ ¿Sabe qué pasa? Para nosotros, las referencias se han quedado en esas épocas de juventud donde todo lo podíamos. Cuando uno es joven, nada es imposible. Tal vez por eso tendemos a decir que todo tiempo pasado fue mejor, en realidad nosotros éramos mejores. Nos ocupábamos de lo importante. Pero eso será tema de otra charla. Me acordé que debo comprar el pan, porque eso le dije a mi esposa para poder salir.
Saludó y se fue. Me quedé pensando en comentarle a los muchachos de la muni este tema de los semáforos.
Chau. Hasta la próxima.