En defensa de la procrastinación


Por Lic. Horacio García

Estos tiempos actuales nos han incorporado una nueva palabra a nuestro vocabulario, cronopatía, la obsesión por aprovechar el tiempo y si para lograrlo, debemos andar apurados todo el tiempo, pues simplemente se hace. Todo sea para aprovechar esta vida que es solo una imponiéndose la lógica de “dejar de procrastinar”. Sin embargo, frente a esto nos encontramos la gran mayoría de los mortales quienes incluso procrastinamos a la hora de dormir. Todo sea por un capítulo más de la serie, un video más de TikTok, un nivel más en un juego.
Estos son los hábitos que, según los grandes coach expertos del éxito, son los que debemos eliminar para que seamos productivos. Sin embargo, nadie nos ha dicho que quizás, esa forma cuasi obsesiva de someternos al entretenimiento, es quizás por una razón más alejada de la pereza. Quizás es que en el fondo son estos momentos los que consideramos nuestros, realmente nuestros y por lo tanto los utilizamos como queremos. El resto del tiempo nos entregamos a lo que realmente estos coach nos animan a practicar, el rendimiento.
Es por eso entendible que, en China por ejemplo, donde los trabajadores tienen jornadas de trabajo promedio de doce horas, surja el denominado “desvelo por venganza”, es decir desvelarse voluntariamente, lo que es una revancha del trabajador por ver que le han arrebatado toda su vida personal. La pregunta es cuándo nos convertimos en máquinas perfectas para trabajar y para la ociosidad.

LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO

Es precisamente el filósofo coreano Byung-Chul Han, quien nos introduce a estas nociones, rescatando las nociones de Michell Foucault. Debemos entender que, si en la modernidad el sujeto es entendido como un ser revolucionario e ilustrado, que iba a traer la utopía basándose en la inteligencia, el raciocinio y la ciencia. Sin embargo, tras las dos Guerras Mundiales, la disolución de los grandes imperios, y la llegada de la época del consumo y la hiper comunicación el sujeto ha pasado a ser un mero consumista.

Chul Han retoma a Foucault para hablar de la “sociedad disciplinaria”, una sociedad cuyas instituciones (cárceles, hospitales y escuelas), estaban creadas para garantizar la productividad, establecer qué es lo normal, y excluir lo distinto. El sujeto entendía que, o era un amo que explotaba a otros, o era un esclavo explotado por otros.
Sin embargo, ahora estamos en una “sociedad positivista”, aniquilamos la negatividad, no existe más el “No Puedes, No debes”. Ahora es: “Sí puedo, sí debo”, no hay límites, “puedes llegar donde tú quieras”. El positivismo, lleva a la sociedad del rendimiento, ser tu propio jefe, trabajar para ti mismo. Proponerte metas que quizás nunca llegues a alcanzar. Nos hemos convertido en nuestros amos y esclavos a la vez.
A las antiguas instituciones, tenemos que sumarles las nuevas, oficinas, centros comerciales y gimnasios que acompañan a esta sociedad de rendimiento. Byung-Chul Han da como ejemplo el propio gimnasio, que invade el espacio antes dedicado a la distención y divertimento a través del ejercicio físico. En ellos hoy se habla de romper marcas, llevar rutinas, aquí también se incorpora una disciplina y rutina dentro del ámbito del ejercicio y, lo que antes era distención de la rutina diaria, hoy se convierte en parte de ella. No se trata de dejar de ir al gimnasio, se trata de ser consciente de la razón por la cual lo hacemos, es por razones de salud y esparcimiento, o para entrenar para los juegos olímpicos.

HACIA UNA SOCIEDAD DE PATOLOGIAS

En este contexto resulta lógico pensar que, si todo en nuestra vida se ha vuelto disciplinado para cumplir con el mandato de “no procrastinar”, no existe válvulas de escapes frente al incremento de ciertos trastornos y patologías como el déficit de atención, la hiperactividad, el burnout (el estado de agotamiento físico o emocional en el ámbito laboral que también implica una ausencia de la sensación de logro y pérdida de la identidad personal), depresión, ansiedad, son consecuencia directa de querer poder y no poder.
Nunca antes hubo tanta gente depresiva, pero nunca antes había tanto positivismo. Surge el autoayuda, las charlas motivacionales, los oradores espirituales, las energías positivas, pero nunca antes había habido tanta desesperación y cansancio. En términos de Chul Han, nos convertimos en un “Animal Laborans”, un sujeto con un ego tan subido, que se cree su propio jefe, que es dueño de su destino, se cree libre para ejercer su trabajo. Crea una marca personal y se siente realizado, pero en realidad está autoexplotándose.

EL FALSO ÍDOLO DEL MULTITASKING

Este nuevo sujeto, no tiene tiempo, pero no por una agenda muy ocupada, sino porque le teme al espacio vacío. Tener un tiempo contemplativo, se juzga como desaprovechado. Es por eso que, hasta el ocio absorbe esta filosofía del rendimiento, de rellenar los espacios vacíos porque somos incapaces de estar sin hacer nada.
En estos tiempos se nos presenta la idealización del “multitasking”, o la habilidad de hacer múltiples cosas al mismo tiempo. Se presenta como la posibilidad de ser más productivo, pero también es rellenar los momentos vacíos con más tareas en el tiempo. Si bien se puede afirmar que el multitasking permitió a nuestros antepasados sobrevivir, justamente el avance en la civilización se dio por todo lo contrario, por la concentración.

EL TIEMPO DE FIESTA

Frente al exceso de trabajo, de expectativas, de motivación, de autoayuda, de proyectar tu marca personal; es lógico pensar que dan como resultado a un sujeto constantemente cansado, llegando a cuadros de depresión sin saber por qué lo está.
Retomando algunas de estas ideas de Chul Han, el filósofo nos propone algunas claves para entender y hacer frente a esta realidad de nuestros tiempos. La primera es recordar que existe la opción del “No”, no todo se puede y no siempre debes decir sí. No todo es positividad, recuperemos la idea que somos limitados y no hay algo malo en eso.
Chul Han también nos propone separar lo distendido, de lo disciplinario. La disciplina es necesaria, se necesita estudiar y trabajar, ya que el éxito se alcanza a través de disciplina. El problema es desplazar este esquema al divertimento, ya que en realidad eliminas el divertimento. Es tomar lo que es pensado para recrearnos, como una obligación por hacer.
El filósofo coreano Chul Han también nos advierte sobre la necesidad de tomar conciencia que, esta forma de entender la diversión es otro elemento de este sistema de autoexplotación y depresión. No por nada uno de los mercados más grandes del mundo es el de la diversión y el espectáculo. Una diversión que busca desconectarnos, más que recrearnos en ello, busca apagar nuestro cerebro más que distendernos. Para el filósofo esta diversión es alienante y la tarea consiste en ver cómo nos tomamos a la misma, porque un tiempo pensado para descansar, no hace que estemos menos cansados.
Por último, Chul Han propone recuperar el tiempo festivo y ocioso, esa noción aristotélica de la necesidad de una vida contemplativa que busca una forma de distendernos. No se trata de tirarse en el sofá a consumir todo el tiempo el entretenimiento digital, sino a una observación activa de aquello que es realmente importante en la vida, el abrazo con los afectos, el momento con los amigos, la reflexión personal, la búsqueda de un sentido. A esto llamamos recuperar el tiempo de fiesta.

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