Entrevista a Facundo Alvanezzi: “Muchos pueden entrenar, pero muy pocos pueden formar”

– El ex jugador bragadense Facundo Alvanezzi se dedica a la formación de jóvenes futbolistas, y presenta una extensa experiencia en clubes tanto en Argentina como en el exterior (Suiza).

Su paso por la formación con los jóvenes futbolistas lo nutre y llena de placer; al mismo tiempo que la enseñanza cobra un lugar de privilegio y amplio espectro en los valores morales y culturales, con los cuales propone una disposición, no solo para entrenar, sino para la vida.

– ¿Cómo fueron los inicios en el fútbol de Bragado?
Mis inicios fueron en Sportivo Bragado, es el club que jugué por excelencia; llegué a debutar en 1ª División a través de Orlando Boca cuando yo tenía 13 años. Tenía excelentes compañeros por ejemplo, “el Polaco” García, Dani Gorosito, “Tucuta” Molfeso, “Bocha” Perafán y “el Negrito” Ahumada en el arco. Tuvimos la suerte de ganar dos campeonatos ese año, lo que para mí fue tocar el cielo con las manos.
Posteriormente, nos fuimos a vivir con mi familia a Mar del Plata, en el año 82’, al principio del conflicto de Malvinas. Por una cuestión laboral de mi padre nos trasladamos allá. Jugué hasta el año 87’ en el Club Kimberley, en la 1ª División de la liga local. También jugué en Deportivo Norte en la misma ciudad.
Comenzando el año 88’ me surgió la posibilidad para emigrar a Italia, un año en Livorno, un equipo profesional en la serie C. Ya encaminé mi carrera profesional con una corta edad, visionando otra cultura, otra forma de vivir.
Luego pasé 10 años en el Locarno de Suiza en la serie B, donde el crecimiento fue exponencial. Luego volví por espacio de unos años a Mar del Plata donde trabajé en el Club Aldosivi.

– Luego de incursionar tu profesión en Italia, ¿cómo fue tu vida en Suiza?
En el año 2008 viajé a Suiza y desembarqué en el Basilea, institución en la que me desempeñé durante doce años en la tarea de entrenador específico de juveniles. En el Centro deportivo Torreta de Bellinzona, dependiente de Macolin, Zúrich, me gradué como entrenador de futbolistas de menores de 21 años.
Viajé por el mundo, conocí muchos jugadores, entrenadores, equipos, trabajé en un club de una liga europea, se me terminó de abrir la cabeza, fue increíble.

– La pandemia te trajo nuevamente a la Argentina, ¿Cómo te desempeñaste en la ciudad que te albergó?
Luego de esos doce años en Suiza, y debido a la pandemia, volví a Mar del Plata y retomé con dos Campus de Verano consecutivos. Fue una idea muy innovadora porque existen los campus de básquet pero no de fútbol, así que lo traje desde Europa. En el primero tuvimos 80 chicos, todos futbolistas de los mejores clubes de Mar del Plata: Aldosivi, Alvarado, Kimberley, San Lorenzo, jugadores de elite, desde los 8 hasta los 14 años. Y en el último campus que finalizó en febrero de este año, se incrementó a 250 futbolistas, ya con trabajos puntuales, con entrenadores de arqueros, de defensores, de centro campistas, de atacantes; fue algo innovador que dio un resultado exponencial fantástico.

– Personal y profesionalmente, ¿qué significa ser formador para vos?
Fui descubriendo la carrera a medida que fui siendo futbolista; yo jugaba de número 10, volante creativo, y tenía la característica que todo lo que no hablaba fuera de la cancha sí lo hablaba dentro del rectángulo de juego. Me gustaba mucho ordenar el equipo, dar directivas, dialogar con el entrenador, me gustaba prepararme, ya me veía como entrenador de 1ª división, como formador porque había muchas cosas para corregir en los futbolistas profesionales, en los jóvenes y en los niños. Y esa vocación me llevó a hacer los cursos en el Locarno de Suiza, los cuales fueron muy profundos que duraron cinco años, tuve que pulir mi italiano, mi francés, empezar a aprender alemán y, eso me empezó a abrir la cabeza con todo lo que tiene que ver con la enseñanza.
Es algo muy puntual porque considero, con todos los años de experiencia que tengo acumulados, que entrenar podemos entrenar muchos y formar, pueden formar muy pocos, porque hay que tener un desarrollo intelectual abarcativo, hay que tener mucha paciencia, convivir con el error, ser una persona que se dedica pura y exclusivamente a la enseñanza sabiendo que vas a perder mucho más de lo que vas a ganar. Ahora tengo un vínculo con los jugadores maravilloso porque me va dejando una enseñanza continua no solamente desde lo futbolístico, sino también desde lo social, cultural… Trabajaba con alemanes, italianos, franceses, croatas, suizos, yugoeslavos, albaneses, sudamericanos, y me pasaba que en los entrenamientos hablaba cuatro lenguas al mismo tiempo; para eso hay que tener vocación, mucha capacidad de asimilación de aprendizaje y entender que el error también forma parte de mi aprendizaje, es algo que nos fortalece. La enseñanza es una vocación, y sin vocación no se puede formar, y sin formación no se puede entrenar.

– ¿Qué diferencias hay con el fútbol argentino?
Son muy notables; se pueden acortar si sabemos aprovechar los tiempos con lo que logró Argentina con la obtención del mundial, es decir, yo venía de Suiza donde nosotros entrenamos con la pelota al piso, jugando continuamente de la rodilla para abajo, todo lo que era juego aéreo eran pases, no eran pelotazos; en ese tiempo tuve oportunidad de hacer la pretemporada en Barcelona, fue algo muy enriquecedor porque si teníamos cincuenta jugadores teníamos cincuenta pelotas para que cada uno tenga su propio desarrollo de la técnica individual y luego colectiva, desarrollamos mucho el juego y los roles de posesión y de posición; el choque fue muy abrupto en relación a la Argentina previo al mundial porque yo había podido compartir partidos en Mar del Plata y veía una locura existencial de parte de los padres, de los entrenadores, no dejaban que los chicos se equivoquen, entonces eso fue lo que me abrió la puerta a decir ‘yo tengo que hacer algo acá’, por eso programé los campus y los resultados fueron increíbles. Si bien yo voy detrás del jugador como un corrector de errores, les admito el error, soy disciplinado pero soy muy educado, no impongo la autoridad, me gusta seducir al jugador con el conocimiento.

Logramos en el lapso de un año o más con la academia de invierno, que esos chicos incorporaran jugar de la rodilla para abajo, entrenar con su propia pelota y a la hora de jugar, todo por el piso, y de las dos horas de entrenamiento teníamos una hora para desarrollar la información sobre el cuerpo, los perfiles de la cabeza, como relacionar los hombros con el tórax y con el centro de gravedad, para que el jugador tenga menor o mayor velocidad de ejecución, adecuar el proceso entre lo intelectual y lo físico para que lo ejecute de la mejor manera.
Encontré un choque cultural y futbolístico muy grande porque en los clubes les pedían todo lo contrario. También porque fue lo que me pedía tanto Orlando Boca como Miguel Grosso, a quien lo destaco muchísimo en mi carrera porque me hizo debutar cuando era muy chiquito, primero como arquero y después como jugador de campo, que nos pedía lo mismo: jugar la pelota por el piso. Me gusta el instinto creativo, no me gusta coartarle la creatividad al futbolista, yo lo dejo que se equivoque porque me interesa que el jugador llegue a determinados parámetros cuando está cerca de la elite con la mayor cantidad de soluciones posibles.
Lo que sí me sorprende es el nivel de asimilación y transferencia que tienen, muy diferente con el europeo. El argentino tiene mucha velocidad mental, es competitivo, que es lo que lleva a que cuando no se enoja y puede absorber el conocimiento es indescifrable dónde puede llegar.

¿Se observa a los Campus de Entrenamiento como algo viable para Bragado?
Sí, totalmente. Es algo novedoso, hay que hacerlo con mucha serenidad. En Mar del Plata saben cómo trabajo, no me gusta improvisar, me gusta la seriedad. Como es viable en Mar del Plata, esto es traslativo a cualquier lugar de la Argentina, es lo que se pueden llamar pequeños centros de formación, porque por ejemplo, yo los hago en el mes de enero porque rinde, se daban de lunes a viernes por la mañana, tenían un espacio para alimentarse bien con fruta, yogurt, los cereales, todo en base a deportividad, había 125 chicos por día y cada uno tenía una pelota, su indumentaria, su pechera, su cono; pero eso lo fui armando junto con un grupo de amigos durante nueve meses y lo hice en verano que es cuando los chicos estaban liberados de los clubes, entonces el primer campus fue experimental y el boom vino con la academia de invierno porque vinieron de clubes de los más ignotos de la ciudad, chicos con mucho talento. Yo lo que hacía era aportar mi granito de arena desde la técnica, desde el juego, desde la información, del aspecto cultural, es decir, que el jugador se adapte a diversas posiciones, que sepa resolver con ambos pies, la idea es que puedan interactuar con la pelota y con sus compañeros de equipo.
Este trabajo yo creo que es viable primero en términos de un año, para que los chicos se vayan adaptando a jugar con la pelota por abajo, porque, lo que aprendí en Europa es que, ellos encuentren la línea de pase, en horizontal o en diagonal, en vertical, aprender a correr la cancha y siempre en contacto con la pelota.
Lo que observo acá en la Argentina es que se corre mucho y mal, es un fútbol muy físico, por eso yo digo que hay que correr poco y bien, hay que ser nutritivos en el aspecto técnico, pero sin embargo creo que es súper viable hacerlo acá porque si hay algo que abunda es el talento, es increíble el talento con el que yo me encontré. Es potable hacerlo porque yo desarrollo el entrenamiento en el lapso de dos horas y ellos pueden entender dónde está la verdad del fútbol. Esos campos son traslativos a cualquier lugar del país, solo hay que tener una estructura, una organización, abrirlo a la sociedad, que no sea elitista, pero es posible.

– ¿Cómo te recibe tu ciudad natal durante estos días?
Es un placer estar acá, siempre es satisfactorio volver a mi Bragado natal, a mis raíces, a mi infancia. Me encuentro en un momento muy lindo, óptimo de mi vida personal y profesional. Hacía mucho tiempo que no venía para mi ciudad, debido a la pandemia y por los Campus mediante, y ahora que tenía libre nueve días, decidí volver a visitar a los familiares, amigos y a retomar un nuevo aire de mis raíces que siempre para mí es un beneplácito verdaderamente.
Mi idea a futuro sería acercarme nuevamente a Bragado a vivir, para estar tranquilo, y por qué no, no sé si en Bragado o en la zona, tratar de trasladar mis campus como un punto de partida y después ver hasta dónde uno puede desembocar.

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