Mar del Plata: Bualo, el criminal que mató a sus dos hijos para vengarse de su exmujer
Ocurrió en octubre de 2000. Los pasó a buscar por la casa de su expareja y a la noche los degolló. Fue condenado a reclusión perpetua más la accesoria por tiempo indeterminado.
Por Fernando Delaiti, de la agencia DIB
“Los chicos te van a dar una sorpresa para tu cumpleaños”, le dijo Ariel Rodolfo Bualo a su exmujer, antes de irse con sus hijos, Sebastián (4 años) y Valentina (2). Para esa celebración faltaban dos días. Antes, le dejó un presente porque había sido el Día de la Madre. Los planes para ese lunes 16 de octubre del año 2000 eran, en principio, pasar a saludar a la abuela y llevarlos a jugar a un pelotero. A la noche volverían con su mamá, Adriana García. Pero eso nunca pasó, y los pequeños aparecieron degollados en una pequeña casa en las afueras de Mar del Plata. Tras el brutal asesinato, el hombre se acostó junto a los cuerpos de sus hijos, y recién por la mañana llamó a la Policía para entregarse.
García y Bualo se habían conocido a mediados de 1988, y un año más tarde convivían. Tras casarse en 1992, en abril de 2000 el amor llegó a su fin. O mejor dicho, fue ese mes que decidieron separarse (no divorcio aún), porque por lo relatado por ella en el juicio, el amor ya se había perdido hacía un tiempo. Fueron años de maltrato psicológico, en los que llegó a perder seis embarazos.
Tras la separación, ella lo denunció seis veces por malos tratos y agresiones. Los crímenes de Valentina y Sebastián podrían haberse evitado si la Justicia hubiera atendido esas denuncias.
García reclamó en más de una oportunidad que no la obligaran a entregarle a sus hijos o que, por lo menos, las visitas fueran supervisadas. Hasta que en un momento se fugó con ellos, pero debió pagar una multa por cada día que el padre no tuvo contacto con los chicos. Una locura que, viéndola en retrospectiva, se sumaba a cartas que había escrito el asesino que, según opinaron los jueces cuando debieron juzgarlo, demostraron la «premeditación» de los crímenes.
Todo premeditado
A lo largo del juicio que se llevó a cabo en septiembre de 2001, quedó demostrado que Bualo programó el asesinato de sus hijos por venganza. Cada paso fue fríamente calculado. De hecho, los mató un día después del Día de la Madre y dos antes del cumpleaños de su ex mujer. Todo “un monstruo, un psicópata y un perverso”, como lo calificaron los psiquiatras y especialistas que se encargaron de hacer las pericias.
«El móvil de los crímenes fue la venganza hacia su esposa por el abandono que sentía», dijeron los jueces Daniel Adler, Eduardo Alemano y Hugo Trogu que conformaron el Tribunal Oral Criminal N° 3 que lo condenó como autor penalmente responsable de los delitos de “homicidio calificado y homicidio calificado en concurso real, cometidos con alevosía”. Y agregaron que el ex vendedor de seguros «se sirvió de los hijos como medio instrumental».
Tras asegurar en su fallo que el hombre «se aprovechó de la natural y cándida confianza de sus hijos en forma artera y traicionera», relataron que “eligió un momento y lugar seguros, sabiendo que difícilmente lo fueran a buscar. Es decir, preparó su territorio».
Además de un perfil violento y abusivo, algo quedó claro en el proceso y es que Bualo comprendió siempre perfectamente lo que hacía. “El imputado, a pesar de su patología psiquiátrica, fue capaz, al momento del hecho, de vivenciar los valores y, concretamente, la vida humana de sus dos hijos a las que puso fin, pues tomó la decisión al respecto procurando enmascarar con palabras de amor y renuncia sus verdaderos motivos, cuales fueron la ira que sentía hacia su esposa y su deseo de castigarla”, razonaron en los fundamentos del fallo.
El después
Cuando se conoció el fallo, las lágrimas, los abrazos, algunos gritos y cierta satisfacción ganaron espacio en los tribunales. El asesino fue condenado a reclusión perpetua más la accesoria por tiempo indeterminado. Eso quiere decir que los jueces se aseguraron de que el acusado no podrá salir en libertad antes de cumplir 30 años en prisión.
Más allá de la tranquilidad de ver tras las rejas al asesino, tanto García, que supo rehacer su vida en Buenos Aires con el nombre de Mabel, como su madre, recibieron durante tiempo el hostigamiento de Bualo, quien pasó a llamarse Rodolfo (su segundo nombre) Giménez (apellido materno). “Me llamaba y me decía ‘yo te perdono’”, contó ella tiempo después. Pero también llegaban cartas desde el penal de Melchor Romero.
A fines de 2018, la Suprema Corte de Justicia bonaerense consideró que el Estado tuvo responsabilidad en la muerte de los menores, ya que los funcionarios actuaron con “indiferencia” e “inoperancia” y se caracterizaron por la “inacción” ante los múltiples reclamos de una víctima de violencia de género. Y vaya si lo habían hecho: en noviembre de 2000, menos de un mes del filicidio, García recibió una notificación judicial de la UFI Nº 4 de Mar del Plata donde se le informaba que las actuaciones iniciadas a partir de sus denuncias por amenazas y lesiones, habían sido archivadas por falta de pruebas. (DIB) FD