Misa crismal en la catedral de Nueve de Julio
SIGNO Y TESTIMONIO DE ESPERANZA
“Somos consagrados -fieles, religiosos y ordenados- para anunciar y testimonial un nuevo tiempo de esperanza”, afirmó el obispo monseñor Ariel Torrado Mosconi durante la Misa crismal del jueves 10 de abril en la Iglesia catedral de la diócesis
La diócesis de Santo Domingo en Nueve de Julio tuvo su Misa crismal la tarde del jueves 10 de abril en la Iglesia catedral de la ciudad donde está la sede episcopal. Sacerdotes y diáconos, religiosos y fieles laicos participaron de la concelebración eucarística presidida por el obispo diocesano monseñor Ariel Torrado Mosconi. En este Año santo se tuvo también la del Jubileo de la vida consagrada.
A media tarde religiosas, laicos consagrados, seminaristas, diáconos y presbíteros junto a monseñor Torrado Mosconi, se encontraron en el Centro pastoral “Cardenal Pironio” para compartir una merienda y un momento de reflexión. Luego se tuvo un momento hondo e intenso de oración en el Santuario diocesano “Nuestra Señor de Fátima” meditando a partir de la imagen bíblica de la lámpara encendida como ícono de la vida religiosa y el ministerio pastoral llamado a llevar la luz de la esperanza al mundo de hoy. Luego se trasladaron a la catedral “Santo Domingo de Guzmán” en la cual aguardaban los fieles de la ciudad y delegaciones de las distintas parroquias para la celebrar la eucaristía crismal.
En la homilía, el Pastor diocesano, comentando la cita evangélica del “año de gracia del Señor” invitó a contemplar las imágenes que evoca el logotipo del jubileo: las olas, la barca y el ancla. De cada una de ellas fue extrayendo una enseñanza para la actual situación diocesana, refiriéndolas particularmente a los sacerdotes que renovaron sus promesas de ordenación y a los consagrados que celebraron su jubileo.
Comenzó afirmando: “Tiempo de gracia, particularmente en este Año santo jubilar 2025 de la esperanza, en el cual somos convocados a una profunda renovación personal y comunitaria recorriendo el camino de la conversión y la reconciliación, del perdón y la paz, mediante el don de la misericordia y la indulgencia”.
Refiriéndose a la imagen de las olas dijo: “…las olas que la rodean y que están en movimiento, porque muestran que la peregrinación de la vida no siempre pasa por aguas tranquilas”…También a nosotros, seguidores del Señor Jesucristo, puede acometernos la tentación de cierto desencanto o negatividad o frustración,
Sobre la imagen de la barca, sostuvo: “Es alentador y confortante sabernos juntos en la barca de los rescatados, de los redimidos. Gracias a ella no somos náufragos de la vida, sino salvados, al mismo tiempo que signos, portadores y testimonios de esa salvación para los demás. Por eso, en un momento de ese viaje, somos también convocados a ser pescadores ¡Y no en la pecera… sino tirando apasionada, generosa y arriesgadamente la red en la noche y en la tormenta!”.
Y, evocando la imagen bíblica del ancla, afirmó: “¿Cuál es y dónde está esa “ancla de salvación”? La respuesta -como les decía- está en la oración y aquel cotidiano ejercicio de comunión, cada vez más abnegado y generoso. Una vida de oración real, cierta y profunda, una espiritualidad honda ejercitada día a día en el encuentro “cara a cara” y “de corazón” con el Señor. Hecha de silencio y contemplación, franqueza y humildad, esta vida interior, nos dará el aliento y la serenidad, el equilibrio y la pasión, la clarividencia y la fortaleza para renovarnos en la “alegría del Evangelio” y la “pasión por la evangelización”.
Para concluir recordó la figura del beato Eduardo Francisco Pironio, allí bautizado: “Tan probado en la virtud de la esperanza y sobre la cual predicó incansablemente al punto de ser llamado “profeta de la esperanza” todo un modelo para nosotros”, dijo el Prelado diocesano.
La Misa continuó con la Renovación de las promesas sacerdotales de los presbíteros presentes, la bendición de los óleos de los catecúmenos y de los enfermos junto a la consagración del santo crisma por parte del Obispo. Luego de la comunión, con motivo del jubileo de la vida consagrada, las religiosas, vírgenes y laicas consagradas renovaron sus votos de obediencia, pobreza y castidad y se encomendaron a la Santísima Virgen. Al final de la celebración eucarística monseñor Ariel impartió la bendición papal con indulgencia plenaria.
Luego de la celebración y de la entrega de los santos óleos, se tuvo un ágape fraterno, nuevamente en el Centro pastoral que lleva el nombre del Beato nacido en Nueve de Julio.