Patagones y Viedma, dos pueblos unidos por una obra de ingeniería única en el mundo
-La ciudad bonaerense y la capital rionegrina tienen el único puente levadizo a contrapeso hidráulico del planeta. El Ferrocarretero fue inaugurado el 17 de diciembre de 1931
A Carmen de Patagones y Viedma las separa, y las une, el río Negro, el de tercer mayor caudal del país. Como si fuesen hermanas separadas al nacer, las ciudades en conjunto aprovechan ser una de las puertas a la Patagonia.
Del lado bonaerense del río, Patagones, fundada en 1779 en lo que era un pleno territorio tehuelche, es la guardiana del pasado y lo refleja en los museos, en la arquitectura y las tradiciones. Del lado rionegrino, Viedma, la pujante capital de la provincia y que en 1987 había sido elegida para “reemplazar” a Buenos Aires, es una localidad bien cuidada y siempre lista para renovarse.
Pero más allá de la vecindad y muchas historias en común, hay un detalle que los une aún más. En los límites entre ambos distritos, se encuentra, imponente, el único puente levadizo con sistema basculante del mundo. Si bien comenzó a construirse en 1927, utilizando materia prima alemana para su emplazamiento, los 150 obreros que trabajaban en turnos de ocho horas durante todo el día, hicieron que la obra se inaugure el 17 de diciembre de 1931.
El puente es una obra excepcional, que revolucionó la vida social y comercial de la región por aquel entonces. Se trata de una estructura con sistema basculante, es decir, un puente móvil que permite el paso en los canales de navegación de increíble porte.
La mole, conocida popularmente como Puente Ferrocarretero, es una gigante estructura de acero que pesa 2500 toneladas y se conserva a 17 metros de altura sobre el río Negro. Este se emplaza en un largo de 268 metros, abarcando la anchura de la corriente de agua y ha facilitado la comunicación fluvial entre los estados provinciales. De hecho, la importancia de la obra le valió el título de uno de los cinco puentes más importantes de Sudamérica en la Exposición de Ingeniería de Alemania, en 1935.
Esta imponente estructura de hierro, totalmente remachada, está capacitada para soportar un peso de 635 toneladas por tramo y ofrece como señal distintiva elevarse y permitir el paso de las embarcaciones de gran porte y arboladura. Este mecanismo que se accionaba eléctricamente dejó de funcionar en 1955, cuando concluyó el tráfico marítimo y fluvial en Patagones.
El puente tenía un gemelo en Japón que fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial, y fue desde ese momento que esa región argentina se quedó con el “título” de tener el único exponente de ese tipo de obra de arte de la ingeniería de principios de siglo.
Es que sistema basculante es realmente ingenioso, porque responde a una ingeniería de hace 70 años, donde no había tanto auxilio de la tecnología, y se caracteriza por tener poco esfuerzo electromecánico y mucha acción por contrapeso.
Aunque en sus primeros años el puente era clave para el paso de trenes, vehículos y peatones, además de abrirse frecuentemente para dar paso a embarcaciones, el último barco cruzó bajo el puente en 1943, y en 1957 dejó de levantarse, aunque su mecanismo se conserva como testimonio de su historia.
Hoy día, la estructura permanece en excelentes condiciones, debido a un intenso trabajo de restauración que recibió entre 2012 y 2013. Desde entonces, el puente se conserva como atractivo turístico para que visitantes y vecinos lo crucen en bicicleta, auto o caminando. (DIB)