Paula Yacovino: “Tenemos como institución un gran desafío: desandar y revertir la invisibilidad histórica a la que han sido confinadas las mujeres rurales”

Las mujeres han logrado a lo largo de este tiempo, impulsar su carrera vocacional y desarrollarse profesionalmente en diferentes ámbitos, muchos de ellos reservados a los hombres durante años. Con su llegada a estos espacios impulsaron nuevas miradas y enfoques que han contribuido a profundizar nuevos paradigmas de trabajo. Uno de los casos que nos interesó reflejar en este día es el de la antropóloga Paula Yacovino, una técnica que, desde el INTA Bragado, contribuye al desarrollo de pequeños emprendedores, consolida el carácter social de la entidad e interviene en las mujeres que emprenden desde la ruralidad.
Paula tras finalizar sus estudios secundarios sabía que la carrera que escogería tendría una marcada impronta social, tras buscar por diferentes disciplinas eligió la carrera de antropología, trasladándose a Buenos Aires y estudiando en la UBA. “Creo que lo que me terminó de definir fue haber conocido a un antropólogo en un espacio de formación para jóvenes que organizaba la provincia en Alberti y del que participé junto a otros/as adolescentes de la zona. Con este antropólogo trabajamos cuestiones vinculadas a los prejuicios, la discriminación, el racismo. Volví con la cabeza hecha un torbellino, sentía que mis preguntas, los problemas que me inquietaban, las cosas que me movilizaban resonaban y hacían sentido en esa mirada”, nos relató.
Paula agregó entonces “Con los años, fui aprendiendo que las carreras nos dan un marco, una estructura, pero la profesión, el oficio lo hacemos con la práctica, en el encuentro con otros/as con los que vamos pensando, haciendo y construyendo camino. Mi camino estuvo, por muchos años, vinculado a la antropología urbana, en temáticas vinculadas al patrimonio, al hábitat, al derecho a la ciudad y a la vivienda. Siempre desde una perspectiva comprometida con una investigación militante, que parte del dialogo de saberes y la co- construcción de conocimientos”.
La llegada al INTA Bragado la relata como “impensada” y se dio por la búsqueda del organismo de un profesional con perfil social para el desarrollo de un componente vinculado al hábitat en Prohuerta. Tras enviar el currículum y asistir a una entrevista ingresa en el programa Prohuerta. “Ahí conocí compañeros muy generosos con los que me fui metiendo en el mundo de la agricultura familiar, la producción de alimentos, la agroecología, la soberanía alimentaria. Y fuimos tejiendo camino, armando proyectos, abriendo espacios”, nos cuenta.
Nos contó entonces que, con la pandemia en 2020, y al pasar un tiempo con sus “hijes” como nos explicó y fue entonces cuando le escribió a su jefe David (responsable del INTA Bragado) para ofrecer su ayuda con algún tema vinculado al prohuerta, “Al día siguiente hablamos, me contó la situación de la agencia y me preguntó si lo que yo quería era venirme. Le dije que no, que estaba de paso y quería colaborar. Me acuerdo que corté y la pregunta seguía resonando. Al día siguiente, lo llamé y le pregunté si había chance de hacer un traslado. Y bueno, ahí empezó mi vuelta”.

LA MUJER EN EL INTA

Al preguntarle sobre la marcada impronta de hombres que ha tenido el INTA y que siente que aporta su mirada de mujer respondió “Vos sabes que curiosamente, la agencia del INTA Bragado siempre ha tenido mujeres vinculadas al Programa Prohuerta. Laura Harispe estuvo varios años a cargo del programa, primero viviendo acá y luego desde Carlos Casares, a donde se mudó por temas familiares. Laura ha trabajado mucho con el ProHuerta, generando espacios de formación, acompañando huertas, escuelas, etc. Y actualmente, aunque no esté físicamente, sigue siendo una referencia importante para mí”.
Yacovino agregó entonces “En lo personal, me facilitó el camino cuando recién llegaba y conocía poco de las lógicas del territorio y hoy hemos armado una buena dupla de trabajo en la distancia. Pero la pregunta que haces es interesante porque pone en el centro la cuestión del lugar que se nos asigna a las mujeres en las instituciones. Muchas veces las mujeres somos invisibles aunque estemos, por distintos motivos: porque sostenemos tareas que son menos “prestigiosas”, porque trabajamos con sectores desfavorecidos, porque no somos las que decidimos, aunque seamos las que trabajamos, porque no siempre nuestra voz se escucha con la misma atención que la de los hombres. En fin, un montón de situaciones que han descripto y denunciado tantas compañeras”.
“El INTA; como muchas otras instituciones estatales, ha sido y es aun (aunque viene transformándose mucho) una institución eminentemente masculina: no solo porque los hombres son mayoría sino también porque son ellos quienes ocupan los puestos de decisión. Un estudio realizado hace unos pocos años por el INTA da cuenta de esta situación: analizando la planta se constata que se emplea a más hombres que mujeres: 6 de cada 10 personas, son varones y que son los hombres quienes acceden a la mayoría de los cargos de conducción. Pensá que solo hubo una mujer presidenta (y no terminó su mandato) de la institución en sus más de seis décadas de vida. En eso estamos”, explicó Yacovino.
Fue en ese momento que cerró su idea expresando “Entonces, ¿Qué aporta mi mirada como mujer? No creo que sea mi mirada como mujer la que aporta. En el mejor de los casos, es la perspectiva que hemos ido construyendo junto con otras compañeras, en distintos espacios, que me ha dado cierta práctica en desconfiar de los lugares comunes, de las certezas, de los saberes legitimados, de las verdades absolutas. Y que me empuja a tratar de mirar siempre desde otro lugar, de escuchar lo que no se suele escuchar, de hacer preguntas y de buscar otras respuestas. Y eso genera otros movimientos en la agencia. Por suerte, desde el principio con David compartimos un código común, de respeto, de escucha y de trabajo compartido. Y vamos aprendiendo en ese dialogo y esa escucha”.

SU MIRADA SOBRE LA MUJER EMPRENDEDORA RURAL

Al consultarla sobre cómo se encuentran las mujeres dentro de este sector, el rol que ocupa y que podría hacerse para mejorar su situación, la Lic. Yacovino nos manifestó “Este bloque de preguntas puedo pensarlo como una continuidad con la anterior. Si bien mis tareas principales en la agencia tienen que ver con el Programa Prohuerta y con la agricultura familiar, como agente de extensión participo también de otros ámbitos y otras reuniones. A lo largo de estos años, fui aprendiendo que hay espacios que están mayoritariamente ocupados por hombres (en general, en los que se tratan cuestiones vinculadas a la producción, el ordenamiento territorial, las inversiones) y otros, en los que me encuentro mayoritariamente con mujeres (en este caso, relacionados con la alimentación, niñez, tercera edad, huertas). Esta división que percibo en los espacios no es azarosa. Más bien, expresa una división sexual del trabajo que, aun con los cambios que se han ido produciendo, reproduce una dicotomía entre lo público-productivo-masculino y lo privado-reproductivo- femenino. Esas diferencias inciden también en el tipo de espacios que se planifican, como se organizan, para quienes están pensados, etc”.
Agregó entonces “Hay bastante bibliografía que indica que si bien históricamente las mujeres rurales han trabajado a la par de los hombres, no han accedido a los mismos derechos y, aún hoy, continúan teniendo una menor participación tanto en los espacios de toma de decisiones como en el acceso, uso y control de los espacios productivos. Un informe reciente del INDEC indica que el 1 20% de las explotaciones agropecuarias (EAP) de la Argentina son gestionadas por mujeres productoras que, a la vez, concentran su participación en las superficies de menor tamaño -de hasta cinco hectáreas-. Este porcentaje se mantienen en la provincia de Buenos Aires”.
En ese marco Paula expresó “Dicho esto, avanzo: mis tareas se desarrollan en un ámbito donde las mujeres tienen un rol central. Esto no quiere decir que no haya hombres (que si los hay, y bastantes), sino que son ellas (somos nosotras) quienes históricamente llevamos adelante las tareas de cuidado. Son mujeres la mayoría de las que vienen a retirar semillas, participan de los talleres, hacen la huerta con sus hijos/as, preparan los alimentos que cosechan, están en las aulas de las escuelas enseñando a chicos y chicas a valorar las semillas y el alimento. Son mujeres también las que llevan adelante comedores, sostienen algunas de las huertas comunitarias que acompañamos, producen muchos de los alimentos que se comercializan en ferias y otros puntos de venta. Estas situaciones que describo en Bragado se repiten en las agencias de todo el país”.
Fue entonces cuanto Yacovino nos manifestó “Entonces, por un lado, este rol activo de las mujeres en estos espacios se vincula con los roles de género socialmente establecidos (madre cuidados) pero al mismo tiempo con la capacidad transformadora, de organización y de acción que las mujeres tienen para subvertir los roles pasivos que se les asignan. A la vez, la participación en estos espacios constituye también una herramienta de autonomía, una herramienta para que las mujeres puedan salir de situaciones de violencia, formar nuevos lazos, autoabastecerse y generar un ingreso que permita el empoderamiento económico y la mejora de la autoestima.

EL ROL DE LA MUJER EN NUESTRA SOCIEDAD

Consultada sobre cómo ve el rol de la mujer y su lucha en nuestra comunidad, Paula Yacovino expresó “Me cuesta mucho, la verdad, aportar una opinión de ese tipo. Lo primero que me surge preguntar, como dice una amiga, es ¿de qué mujer hablamos? ¿En qué sociedad estamos pensando? ¿Existe un solo rol para las mujeres? Yo pienso en una sociedad estructuralmente desigual, en la que seguramente hay un imaginario de mujer, que es hegemónico y que no representa la diversidad que hay entre las mujeres. Si bien las legislaciones que se han ido promulgando, impulsadas por las luchas que históricamente han llevado adelante las organizaciones feministas, han permitido avanzar en la ampliación de derechos, visibilizar otros roles, queda mucho por hacer aun. Quizá las cuestiones vinculadas a la división sexual del trabajo y sus configuraciones espaciales sea uno de los puntos más difíciles de desarmar. Constantemente vemos como se reactualizan y multiplican las violencias hacia las mujeres y diversidades, al calor de un sistema que continua invisibilizando y relegando las tareas de cuidado, el trabajo doméstico, asignados tradicionalmente al ámbito de lo privado y femenino. Aun hoy, en la distribución del uso del tiempo, las mujeres tenemos una carga mayor que la que tienen los hombres. Y eso incide también en las posibilidades de desarrollo profesional, laboral, etc”.
Finalmente expresó “En lo que refiere específicamente a la ruralidad, tenemos como institución un gran desafío: desandar y revertir la invisibilidad histórica a la que han sido confinadas las mujeres rurales en nuestro territorio a fin de promover un desarrollo integral, dinámico y sostenible. Esto requiere conocer y comprender la complejidad y heterogeneidad de situaciones que afectan a las mujeres en la ruralidad, atravesadas también por desigualdades económicas, sociales, culturales. Hoy tenemos más herramientas que hace tiempo para avanzar en esa línea: existen ministerios, direcciones, secretarías que abordan esa problemática, la Ley Micaela también contribuye a que poco a poco vayamos desandando algunos lugares comunes y empezar a poner en cuestión el binarismo que organiza nuestras sociedades. Desde hace un par de años el INTA ha asumido el compromiso de implementar una política institucional activa que se materializó en la conformación de la Plataforma de Géneros, Adolescencia e Infancias y en el fortalecimiento de acciones que “contribuyan a desandar las inequidades y prácticas discriminatorias y a revalorizar el rol de las mujeres y de las diversidades en el mundo rural y laboral”.

Comentarios
Compartir en:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *