Qué dice la calle… Lunes 17 de Abril

La frase de hoy: “Las historias siguen siendo una maratón de buenos recuerdos”.

Hay muchos relatos ligados a personas conocidas por La Calle. No todas son conocidas por la mayoría de los vecinos de Bragado. Repasemos…

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Lo llamaremos “Pelusa”, habitante de los barrios Fátima y La Carlota, según los vientos que soplaban. No siempre se puede vivir dónde uno quiere, sino dónde puede…

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Siendo chico fue atendido por médicos que intentaban controlar sus arrestos de caprichos. Seguramente no fue demasiado a la escuela. La vida de los barrios suele no ser la mejor aula.

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Lo cierto es que Pelusa creció a los sacudones de quien sabe hacerse respetar. Por un lado tomaba todos los medicamentos, aunque los ataques de violencia solían dominarlo. Hasta que una tardecita se tomó las pastillas que eran para un mes. Alguien no pudo controlarlas…

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Enojado con todos, Pelusa vio como llegaba el móvil policial por la callecita perdida

del barrio, lindando con el predio en el cual pasaban unos caballos, sin darse cuenta de lo que pasaba.
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El muchacho salió con un cuchillo que era de usarlo cuando se ponía nervioso. Encaró a los uniformados y descargó su bronca sobre el capot del móvil. Fueron tres heridas que quedaron como señal de un no va para más…
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Esta historia, con ribetes de realidad, concluyó con el muchacho detenido y, después la justicia su internación en un centro de internación fuera de Bragado, con tratamiento médico previo a su traslado al penal.
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Fue allí estando internado se sintió tratado como un ser humano. Reconoció su adicción a las drogas y salió convencido de la necesidad de salir del pozo. Siempre hay alguna mujer, novia, esposa, madre, enfermera, mucama… que ayudan a la recuperación con la base del efecto, medicina importante.
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No fue fácil, porque dentro del alambrado de púas de su prisión, descubrió que allí también había drogas… Fue por su voluntad que un día decidió que no podía seguir preso de dos enemigos…
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Final reconfortante: Cuando llegó a Bragado estaba curado y se enteró que alguien lo estaba esperando… Hoy pudo construir su casita en los mismos barrios de su infancia y juventud. Hasta le llegó la alegría de ser papá.

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