Qué dice la calle… Lunes 21 de Marzo

La frase de hoy: “Aunque con atraso, es bueno saludar a todos los carpinteros”.

El sábado fue el Día de San José y será bueno destacar que ese era el oficio que tenía el esposo de María. El relato que suele cantar Jairo con letra de Daniel Salzano, explica muy claramente la historia tan antigua como conocida y emotiva.

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Tal vez sea buen momento para recordar a don José Garbini, carpintero capaz de hacer muchos hermosos trabajos. Como una reproducción del edificio del Hogar Mignaquy que seguramente aún se conserva en ese lugar.

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En la variación está el gusto. Además del oficio de carpintería y todo el relato que viene transitando a través de los tiempos, es positivo recordar a épocas heroicas del automovilismo, con figuras poco conocidas, pero dignas de no perderse en el olvido.

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Se llamó Clemar BUCCI, era santafesino nacido en un pueblo chiquito llamado Zenón Pereyra. Recibió la pasión por autos de su papá Domingo, que murió muy joven corriendo en una pista de tierra. Clemar en la década del 40, casi llegando a la década del 50, vivió la aventura de correr en Europa, abriendo el camino a la llegada de Juan Manuel Fangio. Corrió con Maserati, marca italiana y Gordini, de origen francés.

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CARPINTERÍA JOSÉ

Cuando José, el carpintero,
supo que iba a ser papá
levantó a María en brazos
para ponerse a bailar.
Nadie puede imaginar
que el esposo de María
era capaz de cantar.

No necesito decir
lo hermosa que era María,
una perla en cada oreja,
hay mucha bibliografía.
Todo iba de maravilla
en el hogar de José,
no se hablaba de otra cosa
que del próximo bebé.
Por la noche conversaban
cómo lo iban a llamar,
a él le gustaba Jesús
a ella le daba igual.

La dicha se interrumpió,
afirman las Escrituras,
al mismo tiempo que Herodes
decretó la mano dura.
Se mandaron a mudar,
vendieron lo que tenían,
ni siquiera se salvaron
las dos perlas de María.
Mirando las estampitas
nadie puede imaginar
que el esposo de María
era capaz de pelear.

Parecían dibujitos
atravesando el desierto,
los dos a punto de entrar
en el Nuevo Testamento.
Dormían a cielo abierto,
muchas veces no comían,
él le daba calorcito
con la mano en la barriga.

Terminaron en Belén,
un pueblo de cien ovejas,
un pesebre, luna llena
y un montón de casas viejas.
La soledad del lugar,
los dolores de María,
José golpeaba las puertas
pero nadie las abría.

Mirando estampitas
nadie podría decir
que el esposo de María
era capaz de rugir.

Por un lado la fatiga,
por el otro el embarazo,
José se enfrentó al pesebre
y lo abrió de un rodillazo.
Esto es música, señores,
esto es puro sentimiento,
un hombre y una mujer
compartiendo un nacimiento.
Mirando las estampitas
nadie puede imaginar
que el esposo de María
era capaz de llorar…

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