Rodolfo Walsh: el periodismo y la escritura como forma de resistencia y lucha

“Creo, con toda ingenuidad y firmeza, en el derecho de cualquier ciudadano a divulgar la verdad que conoce, por peligrosa que sea.”

Por Natalí Moraglio.

Rodolfo Walsh fue un periodista, escritor y militante argentino, acribillado por la última Dictadura Militar en plena vía pública, el 25 de marzo de 1977. Asesinado, lo metieron en un coche y hasta hoy no se sabe qué fue de su cuerpo. Actualmente se cree que el autor material del hecho fue Gonzalo «Chispa» Sánchez, represor en ESMA y también responsable de los «vuelos de la muerte».
A los 17 años, Rodolfo comenzó a trabajar en la Editorial Hachette como traductor y como corrector de pruebas, y a los 20 comenzó a publicar sus primeros textos periodísticos. En 1953 publicó su primer libro de cuentos, “Variaciones en rojo”, con el que había ganado el Premio Municipal de Literatura de Buenos Aires, luego “Diez cuentos policiales argentinos” (1953) y “Antología del cuento extraño” (1956).
Trabajó en las revistas periodísticas “Leoplán”, “Panorama”, “Vea y Lea”, “Noticias”, entre otras.
Cuando se produjeron los fusilamientos de José León Suárez, Walsh estaba trabajando en la compilación de cuentos de la Editorial Hachette. Una tarde de 1956, jugando al ajedrez en un bar de La Plata escuchó la frase «Hay un fusilado que vive». Nunca se le fue de la mente. A fines de ese año, comenzó a investigar el caso con la ayuda de la periodista Enriqueta Muñiz, y se encontró con un gigantesco crimen organizado y ocultado por el Estado. Walsh decidió recluirse en una alejada isla del Tigre con el seudónimo de Francisco Freyre, y con la única compañía de un revolver. El 23 de diciembre Leonidas Barletta, director de Propósitos, denunció, a pedido de Walsh, la masacre de José León Suárez y la existencia de un sobreviviente, Juan Carlos Livraga.

Su reconocimiento comenzó en 1957, con “Operación Masacre”, (que nadie quería publicar), hasta que lo hizo un obispo, Marcelo Sánchez Sorondo, director del semanario “Azul y Blanco”. Lo reeditó 9 veces más, pero siempre actualizándolo. Con esta obra, que mostró cómo el paso de los años fue modificando su postura social de escritor combatiente, Rodolfo Walsh fue el precursor del Nuevo Periodismo, corona que sin embargo se le puso primero a otros autores.
“El campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra”, había escrito Rodolfo Walsh en 1968.
Después de publicar “¿Quién mató a Rosendo?”, dijo: “las cosas cambiaron realmente en 1968, cuando la política lo ocupó todo. Entonces empecé a ser un escritor político. Mis ideas sobre la novela han cambiado.”
Bajo el golpe de Estado encabezado por Jorge Videla, creó la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA). Circulaba un pedido: “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información.”

El 29 de septiembre de 1976 murió en un enfrentamiento, a los 26 años, su hija Vicki, quien era militante de Montoneros. Murió también su amigo Paco Urondo en Mendoza, perseguido por fuerzas militares conjuntas.
El 24 de marzo, al cumplirse un año de la dictadura, envió su famosa “Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar” a las redacciones de los diarios. Nadie la publicó. El 25 de marzo, entre las 13.30 y las 16.00, Walsh fue secuestrado por un grupo de Tareas de la ESMA, comandado por el oficial de Inteligencia García Velasco. Sobrevivientes de la ESMA le acercaron a su hija Patricia Walsh una versión de lo sucedido. Según esa versión, Rodolfo debía ser tacleado por el oficial de Marina y ex rugbier Alfredo Astiz, quien falló en su intento. Esto generó una momentánea confusión que permitió a Rodolfo gatillar el revólver calibre 22 que guardaba en la entrepierna. Así hirió a uno de sus agresores, que quedó rengo. A fines del ’77 ese hombre fue galardonado con una medalla en una ceremonia secreta de la ESMA.
Sin dudas, asesinaron a un hombre que decidió para siempre ser “fiel al compromiso de dar testimonios en tiempos difíciles”. Y es, en plena Democracia, un trabajo colectivo el luchar por la libertad de prensa.

Fuentes: El Historiador, “Rodolfo Walsh por Felipe Pigna”; “Rodolfo Walsh, el oficial de inteligencia Montonero, acribillado en San Juan y Entre Ríos”, Editorial Perfil.

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