Por Gonzalo Ciparelli

Gran importancia es la que por alguna razón siempre le adjudiqué a los sentidos del oído y la vista. Y si logro profundizar en esto, lo más probable es que sea porque son los que tienen más importancia en el nacimiento, cuando vemos y escuchamos por primera vez a nuestros padres. Estos sentidos también, quizás sean los que mayormente nos van a acompañar en todo nuestro crecimiento y vida, claro.
En consecuencia a ver y escuchar, comenzamos a reconocer a nuestra familia y es ahí donde se comienza a formar el lazo que después el tiempo va a reforzar. Claro que detrás de todo esto también existe algo más profundo e inexplicable quizás, ya que todo ser humano, independientemente de sus sentidos, reconoce a sus padres desde el nacimiento, por esto que va más allá de todo, el amor.
La vista y el oído nos conectan directamente con nuestras emociones, gracias a la memoria visual y auditiva, con solo recordar algo que nos afectó, para bien o para mal, podemos sentir como se revive la misma emoción que ese momento nos causó. Gracias a la vista podemos apreciar un amanecer, un atardecer, las montañas, el mar, el sol, la luna, y todo aquello natural que realmente genera bienestar en el ser humano. Gracias al oído podemos apreciar la música, logramos distinguir inconscientemente un tono triste de uno alegre y esto convierte a la música en un lenguaje universal, y seguramente el más placentero de todos.
También cabe destacar, que estos dos sentidos, son los que nos van a enseñar a que algunas personas coinciden entre lo que dicen y hacen, escuchando lo primero y viendo lo segundo, y así entender que esa persona actuó como dijo. Y por otro lado, personas que quizás no logran aún aprender a que mencionar una cosa y hacer totalmente lo contrario, primero causa cierta angustia y desilusión, y luego genera que se produzca el desgaste y futura pérdida de la confianza que se les había otorgado de manera sincera, y es lo que tanto le cuesta al ser humano volver a dar.
Claramente que también, cada uno en forma de autocrítica debe sinceramente reconocer si aprendió o no por su cuenta, a cumplir.

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