Venganza-Por Gonzalo Ciparelli

Hay una revolución de emociones frente a la injusticia, la traición, la deshonestidad.
¿Qué ser humano es capaz de cometer dichos actos? ¿Y qué merece?
La venganza golpea la puerta, espía por la ventana para afirmarnos, o mejor dicho, para querernos convencer de que luego del acto de la venganza vamos a recuperar esa tranquilidad y equilibrio que hemos perdido.
La revolución de emociones gritan dentro, y por un momento uno se siente totalmente aturdido por éstas. Peligro inminente, y oportunidad para el impulso, que puede actuar aprovechando el desequilibrio humano sin que este se percate.
Es importante lograr la inhalación y exhalación. Respiramos. Esto nos hace recordar que somos seres humanos y no jueces ni verdugos. Aunque queme dentro.
El tiempo pasa, y la venganza seguirá golpeando la puerta, mirando por la ventana, manifestándose. Sin embargo, ya no con la misma intensidad. Porque aprendimos que justamente es el tiempo un elemento vital para que todo se acomode y comprender que el ser humano que fue injusto o traicionó, se hunde solo.
Ya que no cambió. Siguió actuando de igual manera, no trabajó en la incapacidad de ver sus errores, corregirlos y mejorar; lo que condujo a su propio hundimiento.
Al fin y al cabo no posee coraje el que se venga, sino aquel que apuesta al tiempo, retiene sus impulsos e ignora la provocación propia del sentimiento de venganza, que dicho sea de paso tiene diferentes picos de intensidad. El pico más alto coincide con el impulso extremo.
Si el impulso actúa, la venganza gana y quien pierde es uno.
Si el impulso se retiene, la venganza pierde, y quien gana es uno.
Mencionaba el increíble Jorge Luis Borges: «Yo no hablo de venganzas ni perdones. El olvido es la única venganza y el único perdón».
La venganza de quitar la atención y el reconocimiento. Demostrarle de manera natural a quién nos traicionó que ya no forma parte ni tiene lugar en nuestra vida.
Y por otro lado, la importancia del olvido también en el perdón. Pero no el olvido de memoria. Sino el olvido de resentimiento, de rencor y de todos esos sentimientos de rechazo particulares al nombrar a un traidor, a un injusto.
Si al recordar no sentimos dolor, podemos entender que nos hemos vengado o que hemos perdonado.
La venganza es quitar el poder de la confianza. El perdón es el deseo de volverla a ofrecer.

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