La Iglesia reconoce la heroicidad de vida del Cardenal Pironio

-Con la firma del Papa Francisco

“Ejercicio en grado heroico de las virtudes cristianas en la vida del Siervo de Dios cardenal Eduardo Francisco Pironio”, hace constar el decreto papal con el cual se da un paso más hacia el reconocimiento de la santidad del purpurado nativo de Nueve de Julio. Coincidentemente, ese mismo día el Obispo diocesano, Ariel Torrado Mosconi, había sido recibido en audiencia por el Santo Padre.

El viernes 18 de febrero el Sumo Pontífice recibió en audiencia al prefecto de la Con-gregación para la causa de los santos, cardenal Marcelo Semeraro, en el transcurso de la cual, entre otros, firmó el decreto por el cual se reconoce el ejercicio de la virtudes cristianas en grado heroico por parte del siervo de Dios, cardenal Eduardo Francisco Pironio, lo cual constituye un paso más en el proceso de canonización que, previamente deberá reconocer un milagro y procedes a la beatificación.
-Ese mismo día, por la mañana, el Papa Francisco había recibido en audiencia en el palacio apostólico vaticano, al obispo de Nueve de Julio, monseñor Ariel Torrado Mosconi. “Es un don, una alegría y un compromiso para todos nosotros, porque la Iglesia, cuando va reconociendo los frutos de una vida santa, nos la propone también como modelo, enseñanza y, -finalmente, como intercesor”, expresó el prelado nuevejuliense.

Son innumerables los testimonios -muchos de ellos constan en el proceso de canonización- que dan cuenta de tales virtudes vividas en grado heroico y de la fama de santidad de la cual goza en distintos ámbitos del pueblo de Dios. Desde el recuerdo de los seminaristas de Villa Devoto en quienes provocó una fuerte impresión por su honda espiritualidad y su capacidad de acogida, sostener y acompañar el camino formativo, pasando por personalidades de muy diferentes ámbitos hasta sus mismos pares de la curia romana.
“Pironio es un santo” -expresión que se viene escuchando desde mucho antes de su muerte- es la manera con que el pueblo fiel de Dios pone de manifiesto cuanto hoy reconoce la Iglesia: La vivencia del Evangelio, el seguimiento de Jesús y la vida en su gracia, que se expresan en la conducta heroica y en las Bienaventuranzas cumplidas en una persona.
El siervo de Dios Eduardo Francisco Pironio nació en Nueve de Julio el 5 de diciembre de 1920. Realizó los estudios eclesiásticos en el seminario mayor de La Plata y los completó luego en la facultad “Angelicum” de la orden de los dominicos en Roma. Recibió la ordenación presbiteral en la basílica de Luján, el 3 de diciembre de 1943, de manos de monseñor Anunciado Serafini, incardinándose en la entonces diócesis de Mercedes, de cuyo seminario fue director espiritual, formador y profesor, desempeñándose luego como vicario general. Rector del seminario metropolitano de Buenos Aires y decano de la facultad de teología durante algunos años, fue nombrado obispo auxiliar de la Plata en 1964, recibiendo la consagración episcopal en la basílica lujanense de manos de monseñor Antonio José Plaza. Participó de la III y IV sesiones del Concilio Vaticano II. Fue sucesivamente Administrador apostólico de Avellaneda, obispo de Mar del Plata, secretario y presidente del Consejo episcopal latinoamericano. El papa San Pablo VI lo nombró prefecto de la Congregación de religiosos y vida consagrada en 1975, al año siguiente creado cardenal y en 1984, ya bajo el pontificado de san Juan Pablo II, designado presidente del Pontificio consejo para los laicos. En este encargo fue impulsor, promotor y organizador de las primeras Jornadas mundiales de la juventud y participó del Sínodo de los Obispos en 1987, sobre la “Vocación y misión de los laicos en la vida de la Iglesia y en el mundo”, al cual siguió la exhortación apostólica de san Juan Pablo II: “Los fieles cristianos laicos” que tuvo en Pironio su inspirador y redactor del borrador. Falleció en Roma el 5 de febrero de 1998 y sus restos descansan en la basílica de Luján, templo tan entrañable para él. La apertura de su proceso de beatificación-canonización tuvo lugar en Roma -como es preceptivo, en el lugar de su fallecimiento- en abril de 2005.

(Gacetilla Diócesis de Nueve de Julio)

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