Bicicleteada a Luján: La alegría de cumplir una meta
Por Adriana Ferrari
En estos días todo parece pasar por el mundial de fútbol, sin embargo, suceden otras cosas generadas por diferentes grupos de personas que se reúnen para organizar actividades compartidas. Hay muchos ejemplos, pero este comentario se lo voy a dedicar a ciclistas de distintas edades que repiten cada año la travesía de ir por los caminos rurales hasta llegar a Luján. Pueden tomarlo como un desafío deportivo, un objetivo personal o colectivo de probar hasta dónde se puede, un evento para compartir con amigos y familias o incluso como una ceremonia pagana, pero lo cierto es que un domingo del año muchas intenciones se ponen en fila, como las bicicletas que impulsan las piernas inflamadas de tanto repetir la pedaleada.
Fue un día bravo, con temperaturas de pleno verano aunque todavía el almanaque no lo hubiese marcado. Un día de esos que te derriten a la sombra y que requiere determinación para ir haciendo ejercicio físico al sol. Ningún profesional de la salud lo recomendaría, pero la fecha ya estaba y nadie quiso sacar los pies de los pedales, así que las y los acompañantes estuvimos allí para dar aliento y asistencia (llámese agua, el bien más preciado y reclamado por litros).
Grupos de ciclistas hay varios, pero en la calle fueron sólo uno, pensando en llegar a la Basílica de Luján. Uno de los deseos para pedirle a la Virgen, era la salud de Nazareno Francese, como lo dijo su cuñada (una de las participantes) antes de salir. Y nadie nos sacará de la cabeza que algo hubo, porque al finalizar el viaje, llegó la buena noticia de que “Nacha” había hablado…, 75 días después del tremendo accidente.
La partida fue a las 4 hs, desde la Plaza San Martín y desde ahí al camino rural paralelo a las vías que va pasando por Mechita, Alberti, Chivilcoy, Suipacha y Mercedes, sobre un arenal que a falta de lluvia se transformaba en polvo que cubrió los cuerpos y los rostros. Ellas y ellos por igual parecían camuflados, con sus rasgos borroneados por la tierra, un retrato gracioso, pero que los enorgullecía porque demostraba el sacrificio físico.
Después se subieron a la colectora al costado de la ruta 5 y aunque parecía que sería más aliviado, el asfalto levantaba la temperatura y el viento en contra se intensificaba. Fue duro llegar al templo mayor de nuestro país, pero ahí nomás quedaron las vicisitudes del camino, todo lo que complicaba y a la par, daba fuerzas.
Cada vez que llegan a la plaza seca con la iglesia detrás, desborda la emoción por ese logro, abrazos y lágrimas pasan a ser los protagonistas mientras se despliegan las banderas y levantan las bicicletas en alto, como un tributo a Nuestra Señora de Luján, por la gracia de haber podido vencerse a sí mismo.
No será tan épico como un partido de Argentina en el Mundial, pero para quienes protagonizan esta aventura, alcanza para sentirse poderosos y felices por ese día y los siguientes. Un ejemplo nomás de que fijarse una meta, entrenarse, compartir y ayudarse, en cualquier aspecto de la vida, es muy positivo.