-Por Gonzalo Ciparelli

No comprendo el hecho que suene descabellada la idea de que en otros mundos haya vida sabiendo que en la tierra cada vida es un mundo, y en ese mundo entonces, hay una vida.
El ser humano se acostumbró a no pensar más allá de lo que ve y esto le crea percepciones cerradas, ya que se conforma con eso.
También está acostumbrado a un límite de vida, sin saber o sabiendo pero solo de manera inconsciente, que su vida puede llegar a ser como la desea; con voluntad sí, con constancia sí, con diferentes chances, sí, pero también acabé de mencionar que cada vida es un mundo, por lo tanto, cada uno no debe mirar tanto al que tiene al lado bajo algún prejuicio, sino a sí mismo, porque a quién debe superar día a día es a sí mismo, valga la redundancia.
En lo que a mí respecta, he pensado a la costumbre como otra forma de la esclavitud, o antónimo de libertad claro, ya que ésta nos induce a que nos estanquemos en algo cómodo, sintiendo haber alcanzado un equilibrio. Sin embargo, el tiempo nos hace comprender que el equilibrio se alcanza con el constante deseo y que desear y quedarse en lo cómodo, genera ruidos, por lo tanto el equilibrio incluye al deseo, y el deseo a no quedarnos estancados, sino a movernos.
La costumbre entonces genera cierto ruido que se presenta con un propósito, y es el de comenzar a analizar un posible cambio. Es lógico, éste trae aparejado cierto desequilibrio por el hecho de verse alterada la zona de confort, y frente a esto, cada ser humano tiene dos alternativas, las cuales, se debe entender, afectarán directamente su porvenir: la de convivir con el ruido generado por haberse acostumbrado a la zona de confort negando así el cambio, donde esto si es permanente causa cierto daño, o el de tomar la valentía de enfrentar y no hacer oidos sordos al ruido, para buscar un cambio que le otorgue un equilibrio similar al que anteriormente había encontrado, luego de pasar por un trance de adaptación, que le generó satisfacción constante y en el cual los ruidos fueron nulos un tiempo considerable.
En el primero de los casos no hay cambios permanentes, solo temporales. Puede haber una especie de ilusión que haga sentir que los ruidos desaparecieron, pero la realidad es que vuelven nuevamente, causando así que sí uno no se escucha, se encuentre en un limbo constante donde no hay mejoras. Podría imaginarse como una onda senoidal, que oscila repetitiva y continuamente en tiempo pero sin presentar cambios. Algo monótono. En el segundo caso, el cambio genera cierto malestar y desequilibrio como se mencionó; sin embargo, esto es temporal; porque una vez alcanzado el nuevo equilibrio buscado, la satisfacción es permanente, o por lo menos lo es hasta que aparezca un nuevo ruido que nos invite a buscar un nuevo cambio; pero esta vez, con más experiencia y aprendizaje. Vale la pena la segunda opción. De los cambios siempre se extrae algo positivo que es importante entender para lo que es y vendrá.

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