– Por Gonzalo Ciparelli

El ser humano se sorprende frente a la respuesta de: -dame un tiempo.-
Debería entender que todo impulso es insano y aunque la respuesta no cambie con respecto al impulso, conlleva un tiempo de profundización. Esto último entonces, imprescindible.
Dame un tiempo; tu vida vale, la mía también y frente a las opciones que tengo, debería de pensar, no la más inteligente, sino la que persigue mi esencia, que al fin y al cabo es lo que soy.
Dame un tiempo. No será en vano si me importas.
Ahora: recordá que todo acto o toda opinión no es más que una confesión.
Si me pedís que responda rápido para satisfacer tu capricho, después no hay devolución de respuesta. La tomarás como tal, pero mi esencia sabrá que fue saboteada.
Dame un tiempo. Quizá seré otro. Quizá seré el mismo. Pero el tiempo me ayudará realmente a que lo que conteste, carezca de culpa y contendrá todo lo que me moviliza. Y exactamente eso es lo que busco en la vida.
Dame un tiempo… no te apresures, que el apurarme solo es el resultado de una cosa: tu necesidad inconsciente de manejar mi tiempo.
Dame un tiempo, que soy yo quien responde.
Si me das un tiempo, solo una cosa obtendrás: mi sinceridad. Y cuando mi respuesta solo abarque un solo motivo, eliminarás la duda y obtendrás lo que realmente deseas, desapareciendo así todo lo demás.
Dame un tiempo. Que soy yo quien tiene mi verdad.

Comentarios
Compartir en:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *