-Por Gonzalo Ciparelli

4 días a caballo entre montañas y arroyos.92 kms y 3200 msnm. Valle hermoso, termas de cobre con el agua a 40 grados. Cerro torrecillas, cerro áspero. Trujillo. Noches al aire libre y un hotel de 5 mil millones de estrellas. Si me remito a escribir acerca de cada paisaje que visité y conocí, es posible detallar colores y olores, en donde cada rincón de la cordillera genera una emoción encontrada que en realidad me hacen recordar a emociones en mi infancia. Esa es una de las magias de la montaña.

Existe una frase que se repetía en mi cabeza cada cierto tiempo. Me detenía, la analizaba y no podía realmente relacionarla con un momento de mi vida. La frase seguía frecuentándome, y hoy puedo identificar a qué momento es aplicable.
«A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante»
El cruce de los andes pudo realmente darle un sentido concreto a esta frase y yo reconocer lo certera que es.

Primeramente, siempre he mencionado que lo natural es lo que genera bienestar y satisfacción en el ser humano. El motivo quizá es sencillo, lo natural es independiente de este último, por lo tanto todo lo que puede ofrecernos es apreciable y virtuoso. De hecho, el ser humano creó cada ciencia profundizando y copiando lo natural. De ahí la importancia de intentar, en lo que se pueda, cuidar el medio ambiente.
Por otro lado, lo humano. Aquello que es propio de este y que no aprende de la naturaleza, sino de sí mismo.
El ser humano por ser racional, piensa y en base a lo que piensa, actúa. O por lo menos, ese debería ser siempre el propósito. Sin embargo, muchas veces actúa por impulsos o por cuestiones inconscientes que fueron instaladas y absorbidas en la infancia. Debido a esto repite patrones que quizá no le generan bienestar, pero que son propios de su inconsciente.
En el cruce, donde éramos dos grupos de 25 personas cada uno aproximadamente más los guías y baquianos, pude realmente comprender que el ser humano cuando sale de su zona de confort establecida, de sus preocupaciones, del sistema si se quiere, solo puede ofrecerle al otro las virtudes naturales que lo caracterizan. Vivimos en un mundo quizá donde abundan los prejuicios, las suposiciones, las expectativas y todo aquello que resta en lugar de sumar y que a uno mismo le generan cierto malestar. El ego, la envidia, la avaricia y todo aquel defecto que en ocasiones sufrimos, la montaña parecería eliminarlo, haciendo que esto sea otra de sus magias.
Uno se entrega exclusivamente a apreciar y poder encontrar el equilibrio para así lograr estar tanto física como mentalmente en el momento.
Todo defecto humano es suplantado por una virtud, como si la naturaleza participaría de una manera directa en la racionalidad. Resaltó en todo momento la generosidad, la solidaridad, la empatía y el buen humor constante por sobre todas más cosas.
Aún puedo escuchar una de las palabras más nombradas. Introspección. Aquel trabajo que uno mismo debe hacer para profundizar en sus estados de ánimo, en sus acciones, en sus impulsos. De dicho trabajo podemos extraer la raíz de nuestras angustias y culpas que en ocasiones parecemos no entender de donde provienen.
Recordemos que si este trabajo no lo hace uno, nadie lo va hacer por nosotros. Es parte esencial del amor propio. Aquel que todo ser humano debe lograr.
Por esto entiendo la importancia de volver a lo natural siempre que se pueda; de perdernos en esos paisajes que lo que realmente logran es que nos encontremos con nosotros mismos. Con la simpleza que no debemos olvidar porque de ahí venimos. Con los valores que nos hacen más humanos y mejores personas.

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