El súper ser humano-Por Gonzalo Ciparelli

Es certero mencionar que no es mi responsabilidad cargar con ciertas actitudes que los demás tienen hacia mí. Es correcto mencionar que de dos maneras yo puedo actuar.
Entender que toda opinión no es más que una confesión, por lo tanto, cada persona que opina de algo sobre mi o sobre otros, en realidad se lo está diciendo a sí misma, motivo por el cual puedo escucharla por el simple hecho de respetarla, pero entendiendo que es una persona que no logra profundizar, sino que tiende a ser superficial.
Requiere menor actividad cerebral juzgar que profundizar.
Por otro lado, puedo entender que no debo cargar con nada de lo que esa persona dice, por lo tanto, dejarla sola puede ser la más efectiva solución, al fin y al cabo algún día entenderá, quizá, que no supo ver el espejo que siempre tuvo delante.
No olvidemos que toda persona deposita algo en nosotros y esto puede afectarnos negativa o positivamente. Hay quienes trabajan día a día para intentar extraer todo lo positivo, pero la realidad es que lo negativo y lo positivo son piezas fundamentales para lograr un único equilibrio natural. Por lo que, el optimismo en extremo no existe; y el pesimismo en extremo tampoco. Esos extremos propiamente dichos los da el mismo ser humano según su percepción.
Hay una verdad que parece dogma y que no se cuestiona. Sin embargo, deseo hacerlo.
A cierta edad, al ser humano se lo toma como alguien que en realidad ya ‘está grande’, por lo tanto, hay que respetarlo porque ya no va a cambiar. Pero la realidad es que todos tenemos nuestro tiempo para cambiar aquellas cosas que hacemos mal, y que si llegado un momento, no las mejoramos, es que desperdiciamos parte de nuestro tiempo de vida. Algo que no debe ser cargado por otro. Por lo tanto, mi voluntad, mi sacrifico de profundizar en aquello que puedo mejorar para lograr ser una mejor persona día a día, no debe ser menospreciada por mí para entender a todo aquel que: ¡bueno! Pobre, no cambió y no lo va hacer porque ya está grande.
Es sano alejarse de esas personas si no tienen la capacidad para entender que algo todavía siguen haciendo mal. Y que, además, lo niegan.
Considero que todo ser humano pasa por diferentes etapas en su vida, y una es la que se caracteriza por el desear trabajar día a día para mejorar, y es un trabajo bastante duro, pesado y difícil. Entonces, todo aquel que no suma, no debe restar. También es de suma valentía saber alejarse cuando uno mismo no puede sumar, eligiendo así no restar en la vida del otro. Así comienza una etapa en la que el ser humano se vuelve selectivo y esto suele ser señalado por alguien más. Sin embargo, no es más que el camino hacia la sanidad. Sanidad que tiene su base en todo lo que uno fue absorbiendo mayormente en su infancia, situaciones que le afectaron negativamente y le generaron traumas, mandatos, miedos. Llega un momento en que uno deja de volcarlo en los demás y comienza a filtrarlo dentro. Sanidad.
Nietzsche, con toda su capacidad filosófica, lo llama el súper hombre. Yo elijo llamarlo el súper ser humano.
No todos ven lo que uno es. Pero uno interiormente sí lo sabe. Por lo tanto, es fundamental primero trabajarlo, para poder transmitirlo luego a los demás. Muchas veces con palabras que son sumamente necesarias para la expresión, pero mayormente con actos.
Al fin y al cabo, es lo que todo ser humano debería hacer. Hablar menos, demostrar más, para no tener que explicar tanto.

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