Por Gonzalo Ciparelli

Quizás entiendo que lo que escribo, no es que ya lo leí en otra parte, sino más bien, que cuando leo, interpreto lo que para mí, el autor quiere dejar en claro y de esta manera, creo mi propio pensamiento, que puede ser certero o no, porque la imaginación e interpretación no tiene límites. Y si este pensamiento lo puedo y logro conectar con conceptos y relacionarlos, me genera cierto placer personal. Esto hace la lectura entonces, en conjunto con la interpretación, la imaginación y la escritura. En ocasiones también, intentamos tener pensamientos que sean compartidos con alguien más, pero si los logramos independientemente del resto, con seguridad y confianza personal, además de originalidad, logramos satisfacción, por que surgieron exclusivamente de nuestra propia mente.
Entiendo que todo extremo que parece sano temporalmente, si no se le impone ciertos límites, se convierte en insano por el simple hecho de volverse permanente. Sin embargo, creo que dudar constantemente y quedar en un limbo, es algo que termina siendo insano también.
Hablo de extremos ya que la vida es eso, según mi entendimiento, claro. Siempre se debe elegir una opción, y si se duda demasiado, ya se está en el limbo. Este pensamiento me hace recordar a la divina comedia, donde el autor describe el infierno, y su contracara, el cielo. Pero lejos de que un dogma me interese, hago hincapié en una parte donde menciona a las personas que no se enamoraron por miedo a sufrir, o las que no persiguieron un deseo por miedo a sentirse frustradas. A estas personas que se mantuvieron en constante quietud, las clasifica en un nuevo pecado capital, la cobardía ya que están destinadas al olvido, no son reconocidas, porque no se jugaron a pleno por nada.
El coraje es su antónimo, y está en sentir con pasión lo que se desea, una energía que nos impulsa, acompañada de voluntad y constancia, para perseguir y cumplir el deseo, y no desear a medias, ya que quién es tibio (utilizo esta palabra para describir un punto medio, un limbo) nunca logra nada, quizás está cerca sí, pero no consigue la satisfacción ni el placer pleno, está en constante deseo, sí, pero no lo persigue por miedo.
Quién no participa porque teme perder, en realidad no está entendiendo que perder también es ganar y aprender. Quien está en un limbo, no vive, duda. Estar entre dos opciones difícilmente exista, más bien el ser humano siempre está condicionado por algo más, él mismo sabe él porqué está volcado inconscientemente hacia un extremo. El ejemplo más claro es imaginar estar entre dos opciones y lanzar una moneda al aire. En realidad, lo único que se está haciendo es dejar en manos de la suerte algo que ya sabemos, ya que si profundizamos sinceramente de qué lado deseamos que caiga la moneda, lo sabemos antes de tirarla, sólo nos debemos escuchar. Brindo por el coraje, que en ocasiones seguramente me falta y dudo, pero que siempre intento conseguir para no pertenecer al limbo mucho tiempo.

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