-Por Gonzalo Ciparelli

Plumas han de convertirse en un momento de la historia, en elemento esencial para desarrollar la escritura.
Plumas han de ser las elegidas por la naturaleza para permitir el vuelo de las aves.
Plumas han de ser las elegidas por el ser humano para plasmar el vuelo de su imaginación.
Plumas han de ser las elegidas por mí, en un momento de mi pasado, para dejar plasmado un duelo ya concretado, ya aceptado. La pluma escribe:
Algo se nutre en mí cada vez que te pienso. Sin embargo, no te extraño.
Extrañar es sentir y posteriormente desear que ese ser amado que transita por nuestro pensamiento, nos haga compañía en ese momento particular.
Extrañar no es sinónimo de dolor. Extrañar es sinónimo de felicidad al lograr entender que con esa persona tenemos recuerdos, y que estos siguen vivos y plenos en nosotros. Doloroso sería extrañar y no poder recordar.
Recordar entonces, no es doloroso. Recordar es volver a pasar por la mente un momento que hoy presente solo guarda consigo la intención de darnos aprendizaje por ese pasado.
Doloroso no es avanzar, doloroso es no saber, ni poder irse.
Soy como el agua. Si no avanzo, me estanco. Y si me estanco, me pudro.
El recuerdo por más triste o más feliz que nos haya hecho sentir, tiene la intención de brindarnos aprendizaje. Sino, al fin y al cabo el recuerdo tanto feliz como triste, visto de una manera extrema sin que aprendamos, solo desemboca en el dolor. El recuerdo feliz extremo nos causaría dolor por desear repetirlo, y no poder. Y el recuerdo triste extremo nos causaría dolor por no poder repetirlo para intentar cambiarlo.
Recordar distinto no es más que recordar ese momento y comprender que no nos genera lo que en un principio. Esto lo hace posible el tiempo. Por lo tanto, el tiempo es aliado del aprendizaje.
Algo se nutre en mí cada vez que te pienso. Sin embargo, he aprendido a recordar distinto.

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