Rosetas de bronce florecieron en el centroLa sucursal local del Banco Nación luce restaurada. Por primera vez tiene un gerente bragadense
Por Adriana Ferrari
Uno se acostumbra a mirar sin ver. Pasamos muchas veces frente a la plaza o la iglesia y nada nos llama la atención, de tan cotidianas que resultan. Pero un día algo sale de lo común y es ahí cuando fijamos la vista. Y empezamos a ver. Eso me sucedió al ir al cajero automático del Banco Nación y encontrarme con andamios altísimos. Pues, claro, cómo no iban a serlo, con la altura del edificio! Y entonces miré un poco más. Sí que sabía cómo era, pero no había observado detenidamente los detalles, los ornamentos. Quizás también porque ahora están apareciendo en su esplendor, merced al trabajo de artesanos que lo están dejando como nuevo, reluciente y vestido de fiesta, justo para cuando se realiza la gran Fiesta del pueblo de Bragado. Vale que miremos un poco más, porque detrás de esas manos antes hubo otras, que hace 90 años lo construyeron y las que ahora, en 2022, impulsaron esta restauración impresionante. Detrás de esa obra (o delante también, porque supervisa cada detalle) está el primer gerente bragadense que tiene la responsabilidad de conducir la sucursal por donde anduvo desde niño, como si fuera su segunda casa.
LAS ROSETAS QUE FLORECIERON EN LA PUERTA
El edificio del Banco Nación es muy bello, amplio y armonioso. Su arquitectura genera sensación de grandiosidad, fortaleza, seguridad, seguramente las ideas a transmitir sobre la institución que Carlos Pellegrini creara en 1891. Así se construyó la sede central en la Capital y luego siguieron otras por todo el territorio del país, quizás no tan imponentes, pero igualmente impactantes. La de Bragado fue una de las primeras y el arquitecto que diseñó la distribución de 1713 metros cuadrados y su estética fue Eugenio Milhas, un destacado profesional de la época. Ya el Banco venía funcionando en el lugar donde estuviera hace años el Correo (ahora un supermercado) en Pellegrini y Suárez, pero luego se decidió adquirir el terreno donde está actualmente, en la misma calle principal, intersección con Lavalle. El gerente de entonces, Antonio Pereira Duarte, también había trabajado intensamente para lograr esta obra, que se inauguró en 1931.
Viéndolo en estos momentos, el portón del Banco es digno de admiración. Resulta difícil encuadrarlo en una foto, de tan grande. Estaba todo pintado de negro, pero con la restauración, a puro cepillo, apareció el bronce de las rosetas que están en cada punto de los recuadros que hacen a la belleza general de la entrada. Parece que hubieran florecido, tal como es el tiempo de las rosas, en octubre, cuando el Banco celebra su aniversario. Más arriba, un enrejillado con la insignia brillando, le aporta identidad y elegancia. Las molduras también están como nuevas; el granito de los frisos, limpio y brillante. Es un patrimonio local del que podemos sentirnos orgullosos.
El año pasado un gran moño celeste y blanco adornaba la puerta, hoy la puerta misma es el ornamento, pero la bandera, nuestro mayor símbolo patrio, ha sido izada en el lugar correspondiente: en el mástil que está en lo alto, para que desde allá arriba marque pertenencia. Hacía falta que flameara en ese sitio, como dispuso el gerente.
IGNACIO LOZANO, GERENTE DE LA SUCURSAL BRAGADO
Juan Ignacio Lozano es Licenciado en Economía, tiene 42 años y está casado con Karina, la madre de su hijo Alvaro. Empezó a trabajar en el Banco Nación en 1999 y desde hace un año y medio, después de ir rotando funciones en sedes de diferentes ciudades, dirige la Sucursal Bragado, la más importante de todas, porque es la de su pueblo y porque allí trabajó su madre, Susana Filoni, durante 25 años, razón por la cual esas paredes no tienen secretos para él. Y motivo suficiente para que se proponga llevar adelante las refacciones necesarias, aunque siempre quede algo pendiente en un edificio casi centenario (claro que construido como se hacía en el siglo XIX, para que dure más allá de quienes lo idearon). La propuesta fue aceptada por las autoridades de la institución y se realizaron las licitaciones correspondientes.
Al gerente lo encuentro colaborando con sus compañeros entre una pila de carpetas y después me hace pasar a su despacho. “Soy el mismo de antes—dice—tal como me conocen desde chico”. Eso incluye a muchos empleados que siguen siendo los mismos de antes y a otros más jóvenes que se van incorporando con el paso del tiempo. Cuenta que su política es valorar la experiencia de los veteranos tanto como el empuje de la juventud, por eso considera importante darle un lugar destacado a los que alguna vez fueron trabajadores de la entidad y así será durante la Fiesta del Caballo, donde estarán los jubilados junto a los actuales, para informar sobre la función del banco nacional. No es tarea de poca relevancia, en estos tiempos de inflación desenfrenada, de tasas de interés elevadas y de créditos tan necesarios como caros. Pero Ignacio se ha fijado como objetivo que los bragadenses, los productores rurales y las empresas locales elijan esta institución, que procura que sea amable y eficiente en la atención de todas las personas por igual, un ítem en el que suele haber reclamos.
En la charla desborda entusiasmo, está feliz de trabajar en esta ciudad y vivir en la casa enorme y hermosa que tiene el Banco en la planta alta. Aunque mientras era estudiante no pensaba que allí haría su camino, hoy asegura que le apasiona la actividad gerencial y que tiene tatuado (sin tinta) el logo del Banco Nación en su pecho. Para seguir creciendo, apuesta a la lectura y a incentivar a los integrantes de su equipo a que estudien y progresen, lo que redundará en el avance de la entidad. Es un desafío, porque las sociedades se transforman y la mirada de los jóvenes sobre la vida y el trabajo, es diferente a la de las generaciones anteriores. Si la permanencia en un empleo antes se veía como un mérito, hoy puede asociarse con el estancamiento. Los funcionarios están en un escenario diferente, con la responsabilidad de generar motivación, ideas nuevas que comparta el conjunto. Nada que a este representante de la generación intermedia lo asuste, porque confía en lo que se puede lograr, buscando equilibrios y adaptándose a los tiempos que se viven. Por lo pronto, ya piensa en nuevas obras, cuando se despidan los hacedores de las refacciones. Ahora se enfocaron en la fachada, pero habrá que seguir en el interior, un nuevo objetivo.
Así debe ser, tener un proyecto que nos impulse cada día.