TRATAR DE SER – Rosaura Barahona

«Creo que los seres humanos no reflexionamos lo suficiente sobre lo que somos ahora y lo que seríamos si nuestras circunstancias cambiaran de manera radical.
Cuando digo a una mamá que su vida no debe girar alrededor de la de sus hijos y esposo, sino de ella y, después, de ellos, muchas no lo entienden.
Pero cuando los hijos se van y el marido da por sentado que ella siempre estará ahí y no necesita nada más, excepto atenderlo a él para ser feliz, hay problemas.
Aunque no los confiesen.
Los seres humanos debemos construir nuestro interior de manera flexible, pero sólida para poder seguir siendo nosotros mismos, a pesar de que cambie o desaparezca el sello de identidad con el que nos hemos dado a conocer en el ámbito en donde nos movemos.
Los seres humanos nos vamos construyendo internamente con muchas cosas: el afecto de otros, nuestro nivel social y económico, nuestra alimentación física, intelectual y espiritual, el cuidado de nuestro cuerpo y nuestra relación con los problemas que enfrentamos y con los diversos grupos sociales con los que interactuamos.
Poco a poco vamos creando una imagen que nos acomoda como un vestido de nuestra talla y gusto y nutrimos esa imagen para sostenerla cuanto sea necesario ante nosotros mismos y ante los demás.
Rara vez pensamos en qué nos convertiríamos si dejáramos de tener aquellas cosas que fortalecen la personalidad que escogimos. ¿Somos realmente sólo eso por lo que nos conocen o hay atrás o dentro de esa entidad una que podrá sobrevivir y que nos permitirá seguir adelante sin enormes sufrimientos?
Cuando muere alguien de nuestro círculo familiar más cercano, sentimos que nos quedamos incompletos. De ese día en adelante, su ausencia nos golpeará cada vez que nos reunamos y esa persona falte.
Pero, dolidos y tristes, en esencia seguimos siendo los mismos, a pesar de esa carencia. Mas no siempre es así.
Imagínese que usted es conocida por su inagotable e irrepetible vestuario. Su closet es del tamaño de una casa de interés social y usted tiene más ropa de la que podrá usar en meses, pero sigue comprando porque así lo exige la moda dentro de su grupo social.
¿Cómo se sentiría usted si una guerra o una crisis económica, de la noche a la mañana, la hiciera perder todas sus bolsas carísimas, sus zapatos, accesorios y ropa de todo tipo? ¿Seguiría comportándose de la misma manera con sus amigas y familiares, aunque no tuviera sino dos o tres prendas baratas que ponerse?

Cuando la Callas perdió el prodigio de su voz, se hundió en una depresión terrible de la que nunca volvió a salir. ¿Era la Callas sólo su voz o había algo más que ella no supo encontrar y que la podía haber salvado de un ocaso patético y doloroso?
Un hombre o una mujer bellos envejecerán y perderán la belleza deslumbrante que los identificó. ¿Harán lo mismo que Greta Garbo: encerrarse para que nadie vea su deterioro, se meterán cuchillo hasta quedar irreconocibles como Lucía Méndez o aceptarán la vejez como Judi Dench, Maggie Smith e Ian McKellen que envejecen, lo aceptan y siguen siendo seres espléndidos porque no se aferran a una juventud inasible?
Un hombre riquísimo que necesita llenarse de propiedades y objetos costosos para demostrar quién es él, ¿en qué quedará convertido cuando pierda sus casas, sus yates, su carros de lujo, sus joyas y a quienes lo admiran por el dinero, pero no por él mismo porque él no tiene nada qué ofrecer, si no es precisamente, dinero?
Si un pintor ya no puede pintar, un músico ya no puede tocar, un bailarín ya no puede bailar y un arquitecto ya no puede diseñar, más vale que hayan desarrollado una personalidad que sea tan rica sin la capacidad y la oportunidad de seguir mostrando su talento, como cuando estaban en su apogeo.
Cuando alguien tiene poder y lo pierde, debe sentirse perdido por un buen rato, a menos que desde que accedió a ese poder se haya empezado a preparar para dejarlo porque entendió con claridad que su valor personal no reside en el poder que pueda ejercer temporalmente, sino en lo que él es.
Yo estuve 34 años en el Tec: 5 como estudiante y 29 como maestra y directora. Cuando me retiré, mucha gente me preguntaba, casi con lástima, qué iba a hacer con mi vida sin el Tec.
Les explicaba que, con todo lo que lo quiero, el Tec nunca fue mi vida. Fue mi trabajo y procuré hacerlo lo mejor que pude y supe, pero mi vida estaba fuera, con mi familia, en el cine, en el teatro, en los libros, en los viajes y en mis amigos (muchos ellos del propio Tec, a quienes sigo viendo con regularidad porque nutren mis afectos profundos).
El Tec siguió sin mí con alguien que me suplió de la mejor manera y cuyo talento la llevó a alturas que yo jamás habría alcanzado. El Tec no notó (ni tenía por qué notar) mi ausencia porque los sistemas sólidos están diseñados para que nadie sea indispensable.
Pero si yo hubiera faltado en mi casa, nadie me hubiera podido suplir porque nadie suple a ningún integrante de una familia que se va temporal o definitivamente.
Por eso es tan importante trabajar en nosotros a diario. Nadie se conoce totalmente porque cambiamos de manera constante y, de repente, algo que me gustaba me molesta como piedra en el zapato o espina en el corazón y más me vale reconocer ese cambio si no quiero volverme contra mí y traicionarme.

Ya una vez escribí sobre la importancia de haber sido una superviviente. Al sobrevivir un naufragio serio descubrimos fortalezas que ni sospechábamos que teníamos, pero sobre todo, aprendemos a darle valor sólo a las cosas que lo tienen.
De verdad, si alguien cree que se gana el respeto de los otros porque tiene muchas cosas, está perdido. Se podrá ganar la envidia de algunos, pero el respeto jamás. El respeto sólo lo conseguimos cuando llegamos a ser, tengamos o no muchas cosas o talentos.
Ser o no ser…ésa es la cuestión (creo que ya lo dijo alguien antes que yo…jeje).»

Rosaura Barahona

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