Una mirada desde Jung a los daños en el Complejo Deportivo Municipal
En el día de ayer, el Complejo Deportivo Municipal fue vandalizado nuevamente. En esta oportunidad, durante el transcurso de la noche, individuos destruyeron los baños de las instalaciones y hasta se dieron el gusto de demoler una de las paredes de la tribuna. No es la primera vez que el predio sufre un hecho de estas características, tampoco es el único espacio público que es vandalizado.
Ayer mismo informábamos sobre cómo había sido atacada la plaza ubicada en el Acceso Juan Domingo Perón y Jaime Coll. Como no recordar las innumerables pintadas o daños a establecimientos educativos. En fin, la lista se podría extender y ocupar todas las páginas de este periódico.
Sin embargo, estas imágenes no podemos tomarlas a la ligera, resultan ser quizás la mejor manera de interpelarnos socialmente, al menos a nuestra sombra social, aquella parte que preferimos reprimir y no integrar.
JUNG Y LA SOMBRA
Carl Gustav Jung (médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis) afirmaba que desgraciadamente no cabe duda de que el ser humano es en general menos bueno de lo que se imagina o de lo que quiere ser. Todo el mundo lleva una sombra, una región oscura de la personalidad que es desconocida y que el ego no quiere reconocer la sombra es una parte viva de la personalidad y por lo tanto quiere vivir con ella de alguna forma.
No se puede argumentar que no existe. No podemos usar la razón para deshacernos de ella. Cuanto menos se integra en la vida consciente del individuo, más negra y densa se vuelve forma un obstáculo inconsciente, frustrando nuestras buenas intenciones, hasta que tarde o temprano se produce una ruptura en el sistema psíquico. Enfrentarse a esta sombra es la primera prueba de coraje en el camino interior, una prueba suficiente para asustar a la mayoría de las personas, porque el encuentro con nosotros mismos pertenece a las cosas más desagradables.
Pero si somos capaces de ver nuestra propia sombra y podemos soportar saber sobre ella, entonces una pequeña parte del problema ya se ha resuelto: al menos hemos sacado a relucir el inconsciente personal.
La sombra es esa parte de la personalidad que nos negamos a reconocer, porque contiene todas nuestras cualidades negativas tendencias destructivas e inclinaciones perversas, agresividad, crueldad, entre otras. Jung afirmaba “Todas aquellas cualidades capacidades y tendencias que no armonizan con los valores colectivos (todo lo que rehuye a la luz de la opinión pública) se juntan para formar la sombra.” Así pues, la sombra es un conjunto de aspectos oscuros que todos y cada uno de nosotros, sin excepción, cargamos dentro pero que resultan socialmente inaceptables así que los reprimimos para evitar que se expresan. Como no queremos saber que hay una parte de nosotros capaz de cometer actos monstruosos y no queremos tampoco que los demás lo sepan. Lo empujamos a los sótanos del inconsciente donde queda oculto y bien camuflado hasta el punto de que se vuelve desconocido e irreconocible para nosotros mismos. Sin embargo, los contenidos reprimidos no desaparecen, sino que funcionan de forma autónoma la sombra sigue operando desde el inconsciente comportándose como un espíritu que nos ha poseído y que tiene su propia voluntad y ejerciendo control sobre nuestros pensamientos emociones y comportamientos que tenderán a ser en su mayoría destructivos y autodestructivos. Esta sería la razón por la que nos cuesta tanto enderezar nuestras vidas.
LA SOMBRA SOCIAL
Desde el enfoque de Jung, podríamos interpelarnos como sociedad, o al menos pensar que es lo que estamos reprimiendo a tal punto (ya sea negándolo y no aceptando su existencia) que permitimos que surja como “monstruo que ataca nuestros espacios públicos”. Quien ataca un espacio que es de todos, sin ningún miramiento moral o ético, es un miembro de nuestra sociedad.
Ese individuo o grupo, fue criado en nuestra sociedad, es resultado de nuestras indiferencias, de nuestro consumismo existente, es resultado de las condiciones de desigualdad que lo han condicionados, o de la impunidad que adquirió en este tiempo para no entender los límites de lo que es correcto o no. Reconocer como bragadenses esas condiciones, nos hace dar cuenta que, no está dado por condiciones socioeconómicas (aunque también pueden ser parte del proceso), está dado por la pérdida del sentido colectivo. Reconocer que hemos desfragmentado el colectivo “comunidad”, nos ayudará a entender nuestras incapacidades de integrar a todos los individuos en esta.
Cuando Jung nos habla de la sombra, nos plantea que esta experiencia da algo de fe y confianza en la capacidad del yo para sostenernos, pues todo lo que amenazaba desde adentro lo ha hecho suyo. Ha adquirido el derecho de creer que podrá vencer todas las amenazas futuras. Por los mismos medios ha llegado a una certeza interior que le hace capaz de confiar en sí mismo.
Quizás sea este el desafío más impórtate que debamos afrontar como sociedad, que deba asumir nuestra dirigencia política, social, empresarial, institucional y sobre todo cada uno de nosotros. Ver nuestra sombra, aceptarla y trabajar con ella, pero sobre todo gobernar y negociar para integrarla y volverla parte de nuestra comunidad. En el fondo, hay una espereza, la de aceptar meter las manos en nuestro barro para hacer una bella vasija.